@plumaiquiqueña
Fue inevitable no contagiarme con la entrega de los premios Oscar, el pulso de las redes sociales comentaban, realizando tentadores pronósticos para el «El agente Topo”, lamentablemente no ganó, pero no cabe duda que se convertirá en un clásico del cine chileno.
Después de una semana tensa en la agenda política, y la nueva derrota de los Dragones, confieso que al país le faltan alegrías, un cariñito en la espalda tal cual sucedió con los Oscar obtenidos por «Historia de un oso» y «Una mujer fantástica «.
En Iquique y a lo largo del país, el ingreso a los cines está prohibido debido a la pandemia. El año pasado, secreto a voces, manifestaban la necesidad de instalar autocines, pero el proyecto quedó en pañales. Muchos cinéfilos ansiábamos por revivir momentos románticos de nuestros padres y abuelos, como sucedió en el cine Délfico. La pantalla estaba frente al mar, y en las noches de verano, podías contemplar el universo de olas reventando en la orilla.
En el pasado las películas de Sophia Loren y Charlton Heston hacían furor en la gallada iquiqueña en los cines » Nacional» (nacio), «Coliseo» (coliche), “Municipal” (muni) y » Tarapacá”. El cine más que un pasatiempo, era una forma de vida, y claro está, no había televisión. Grandes y chicos esperaban nerviosos el estreno de películas mexicanas, argentinas, western italiano en el Teatro Nacional.
Mi abuela me relataba que todos los domingos a la Libertad Lamarque, le robaban la guagua. La gente acudía temprano, las filas eran interminables como cuando se exhibió «El Malo, El Bueno y El Feo». Se vendían entradas más allá de su capacidad y había público que simplemente quedaba de pie. Cuantas veces se cortaba la película y el público asistente gritaba “ya pu cojo, la película». Por Amunátegui se subía a la galucha y por Sargento Aldea a platea. Para la tristeza de muchos, esta joya de 1886 se incendió en el año 1970.
El cine Coliseo fue otro recinto de carácter popular que marcó un hito por los años veinte en el plano de las entretenciones. Su nombre original fue Pabellón Victoria, el que era administrado por la Federación de Box, y que a la postre se transformó en el cine Coliseo. La sala estuvo ubicada por calle Thompson entre Amunátegui y Juan Martínez. El local tenía una capacidad de setecientas butacas en platea y en galería alcanzaban ochocientas personas.
Fue el único cine que tuvo una película que duró como dos semanas en cartelera, esa fue «Los Diez Mandamientos», por la década de sesenta. Después vinieron las películas de Cantinflas, Raphael, Jerry Lewis, entre otras más. Era el cine donde iban los chiquillos que estaban haciendo el servicio militar obligatorio (los famosos pelaos), se compraba un sanguche de pescado y una bebida para ver la película. En oscuras algunos se quedaban dormidos y caían galería abajo ante la risotada del público. A veces ingresaba al interior del cine un personaje popular, al cual la gente le gritaba «agüita» y él respondía con garabatos por montón.
En mi niñez solo conocí el cine » Tarapacá”, uno de los primeros edificios más modernos que se construyeron en Iquique, en la década dorada de la anchoveta. Mi primera película que vislumbraron estos ojitos, fue » La Cenicienta» de Walt Disney; un día domingo al medio día. Luego vinieron estrenos como “Fiebre de Amor”, “E.T”, » Viaje a las Estrellas» y “Moonwalker», donde se repetían las interminables filas que daban vuelta la esquina.
En los 90, se estrenaron películas como «Salvando al soldado Rían”, “Siete años en el Tíbet”, «Armagedón» y » Titánic». ¡Muere Di Caprio! Escuché en medio de tanto alboroto. No recuerdo la última película en cartelera, lo que si conservo son recuerdos con mis amigos en un espacio solo para el descanso, diversión y conexión con el séptimo arte, tan lejano, tan cercano y fascinante a la vez. Ya lo decía María Margarita; la Contadora de películas; «contar una película es como contar un sueño, contar una vida es como contar un sueño o una película”.
ivo malinarich
excelente texto y muy importante poder recordar los cines como espacios de reunión social y parte de una memoria colectiva.
Jorge Mancilla
Buena pluma. Felicitaciones!