marzo 19, 2025
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Sep

Ciudad tomada | @plumaiquiqueña

@plumaiquiqueña


El problema es que no son cinco ni diez, sino decenas que se instalan en playas, plazas y parques. Y, aunque la Armada está constantemente fiscalizando y retirando carpas desde el borde costero, los inmigrantes de paso no tienen problema en recoger sus pertenencias para volver a instalarse en otro espacio. Más de veinte mil personas han pernoctado en carpas a la espera de poder continuar su viaje.

Esta realidad que vive la ciudad de Iquique se parece a uno de mis cuentos favoritos, “Casa Tomada”, de Julio Cortázar, en virtud del cual dos hermanos no desean marcharse de ese lugar familiar e íntimo, un lugar en el que se sienten protegidos de todo mal. Sin embargo, en el transcurso del relato, alguien que no se sabe que es, se está apoderando de la casa, de cada una de las habitaciones hasta tomar el control absoluto. Persiste ese miedo atávico que guardamos desde niños, que alguien está escondido en el subterráneo, por ejemplo, en el ático o en el fondo del patio. Esta presencia sin nombre se apodera de la casa antigua, donde se guardaban los recuerdos de los bisabuelos, donde había espacio para ocho personas, donde se hacía la limpieza por la mañana y a las doce se almorzaba, un ambiente familiar, cálido y protegido, tal cual sentimiento sentía en mi glorioso querido hace un año atrás.

La casa familiar de Cortázar metafóricamente es Iquique, la ciudad para querer, corazón de las más linda de las playas, ciudad hospitalaria, sol de marinos, flor de pasión y hermoso el espigón.
Me he sentido desprotegida caminando por las calles de pino oregón, atiborradas de personas pidiendo limosna, con niños, unos peleando y otros durmiendo sin futuro y sin dinero. La céntrica Plaza Brasil es algo así como el epicentro de estas poblaciones flotantes. Ya va a cumplir un año con los inmigrantes instalados sin encontrar ninguna solución. Se encuentran imposibilitados de continuar su viaje a la capital, sumado a residencias sanitarias desbordadas para recibirlos. Las autoridades regionales en un esfuerzo mancomunado con la Unicef, Instituto de derechos humanos, universidades y solicitan al gobierno central tomar cartas en el asunto y reubicar a los inmigrantes de manera digna, devolviendo los espacios públicos de iquiqueños, residentes y migrantes legales.

Si bien organizaciones no gubernamentales están ayudando con suministros básicos, es insuficiente erradicar la inmigración ilegal que avanza a pasos agigantados. El problema raíz comienza en el paso fronterizo Colchane.

Los vecinos ya no soportan las malas condiciones higiénicas, el fuerte hedor a orina y bullicio por peleas y palabrotas de grueso calibre. Qué pena más grande llegar a la tierra de tus abuelos y ver la plaza Brasil convertida en una gran toma. Atrás quedaron los recuerdos de niños jugando con dátiles, señoras conversando después de la novela y púberes empezando a pololear. Cavancha lugar por antonomasia para caminar y enamorar, atrapar una puesta de sol con los dedos, es ahora controlada por las carpas.

La molestia más grande de todos los vecinos es que no pueden ocupar estos espacios públicos tan nuestros. Es de iquiqueños, ir a tomar lonche a Bellavista pasear con la resolana en plaza Brasil antes de llegar a casa, caminar tranquilo por calle Baquedano sin ser interceptado. Suficiente es convivir con edificios y luces de neón, pero es inverosímil tener que replegarse en tu propia casa al último cuarto por miedo a ser descubierto. Así lo experimentaron Irene y su hermano, de la «casa tomada”, se sintieron dos forasteros en su propia casa, huérfanos del vientre materno, presos para tejer y cocinar con tranquilidad.

Por esta razón es que este 25 de septiembre se llevará a cabo la marcha, no más ilegales.
Espero en mi próximo viaje, no tirar las llaves a la alcantarilla, y seguir sintiendo esa prístina sensación de volver a casa, al hogar, al lar, a la cuna, a sentarme con los míos en la mesa larga que invoco en todas mis nostalgias bajo la casa de los techos planos.

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