Por GONZALO VALLEJO LEGARRETA
Mi percepción como no creyente respecto a los terribles hechos que ocurrieron y siguen sucediendo es que Chile ya no es un país hegemónicamente católico ¿ Hasta cuándo pide perdón la jerarquía católica ? La iglesia católica chilena ha desconocido los Derechos Humanos y ha vulnerado las bases para una sana convivencia nacional. Sus líderes son una caterva de inmorales que han hecho sufrir física, moral y psicológicamente a sus víctimas, aprovechándose de su supuesto poder espiritual y de la debilidad emocional de los afectados. El líder católico es jefe de un gobierno. Ergo, Bergoglio es político y sabe que la política es ejecutiva y que las cosas se solucionan. Mal asesorado o no cometió una tremenda equivocación respaldando a Barros, el obispo de Osorno, acusado como cómplice del abusador de Karadima. El pueblo católico de Chile, la feligresía progresista, no respaldó a Bergoglio con su asistencia en su última visita pastoral o como jefe de estado a nuestro país e Iquique fue el ejemplo más contundente. La actual iglesia católica chilena es estructuralmente perversa y se ha transformado en una iglesia cínica, jerárquica, egocéntrica, capitalista, narcisista, elitista, monárquica, hipócrita, mesiánica y clerical que abandonó su opción por los pobres. El mundo popular católico quiere la iglesia de don Raúl Silva Henríquez, de la Teología de la Liberación, quiere la iglesia de Berríos, quiere la iglesia de La Chimba. No quiere la iglesia de los obispos en autos de lujos, una ostentación que insulta a los más necesitados. Tampoco quiere a la iglesia de Errázuriz y Ezzati encubriendo inhumanos delitos sexuales. Sin duda alguna hay una gran crisis moral y el catolicismo chileno necesita de una reforma canónica definitivamente profunda. No es posible aceptar el “silencioso” poder católico, pues Chile ya es un país progresista y, por lo tanto, libre pensador. La religiosidad tradicional católica tiende a perder fuerza y ha ido disminuyendo cualitativa y cuantitativamente. El avance científico ya superó no sólo a la religión católica. Todas las religiones están cuestionadas por distintas causas. El hombre actual tiene otra mentalidad y otra espiritualidad. El catolicismo no puede predicar moral sin tener moral. El obispado chileno está conformado por verdaderos sátrapas creyéndose dueños de una falsa verdad y que con sus delitos han formado una verdadera asociación ilícita para cometer actos depravados atentatorios al respeto y a la dignidad humana. El caso de Rancagua, el desastre de Rancagua, la diócesis de Goic, con nuevos casos de violaciones, ha confirmado que el catolicismo está pasando por un desequilibrio de moralidad. No hay decencia, no hay virtud. En general, la iglesia chilena tiene un gran temor a los cambios culturales y olvidó que está separada del Estado. Ahora es una iglesia que está en los malls y en el sector más conservador de Chile. Para acabar con esta insanía hay que apartar a la iglesia católica de la política nacional.