@plumaiquiqueña
Comenzó el año con el pie izquierdo, la muerte sacudió la tierra, el alma y el corazón de un pueblo en plena contingencia. El puerto iquiqueño ha perdido en este primer mes a las profesoras Mavis Maldonado y Violeta Contreras Mondaca. Así mismo el deporte local perdió al exseleccionado iquiqueño y director de la Escuela de fútbol de Deportes Iquique, don Pedro Cejas Alcayaga. La Pandemia obliga a despedirnos de ellos detrás de un velo, sin decir el último adiós conforme a la tradición iquiqueña.
Antiguamente se tomaban las típicas y crudas fotos post mortem tan populares a principio del siglo pasado, más allá de ser algo invasivo, suele verse como un arte contemplativo. En el caso de los » angelitos», se les tomaba una fotografía para que funcionará como un recuerdo. Los funerales de antaño estaban cargados de solemnidad, el ataúd era llevado en carroza, tirada por caballos, además había mucho llanto y lamento, haciendo dramático el panorama. Los niños le tenían miedo a la muerte y al funeral.
Las carrozas subían por calle Zegers, las cuales eran hermosas, elegantes con adornos de bronce pulido y pendones negros de seda. La Banda del Litro, acompañaba el sepelio, de regreso, replicaban al unísono, ¡¡¡¡tenemos sed!!! y pasaban a quitar las penas a algún bar del puerto bohemio.
Los funerales del día de hoy son diferentes, la carroza tirada por caballos ha sido reemplazada por modernos vehículos. La gente ya no camina, va conversando, tampoco se ve el riguroso luto, los ataúdes ya no son estrictamente negros, ahora hay colores menos sombríos, color natural o caoba. A pesar de este cambio de creencias, surge la necesidad de decir adiós con una flor o un pensamiento. A través de las historias y enseñanzas de nuestros seres queridos, brota el agua en su andar, florecen las conversaciones sin pausa en la plaza encantada acompañada de palomas y el tic tac del reloj de la plaza. Como traerlos de vuelta y convertir a mi amado glorioso en el terruño amable, de techos planos, del ¡avísale!, del ¡voy y vuelvo!, de dejar la puerta sujeta con una piedra o una pita, de ir a las noches de boxeo a la casa del deportista, de pasar a las 6 tarde por el Café Diana, de comprar el cuartito de azúcar en el despacho, de jugar la final en el Jorge V, de bailar la diablada en el Tambo del Norteamérica y comer el mejor sanguche de pescao en el clandestino.