NELSON MONDACA I
Hoy me levanto de madrugada para escribir la columna del presente fin de semana. No me resulta fácil. Aún mis pensamientos están lejos de lo normal. El tiempo me parece sin sentido y el mundo vertiginoso que me rodea se trastoca ante un suceso adverso de la vida. Ha dejado de existir mi querida madre, Raquel Ijalba Tapia. Fue por muerte natural y a los 92 años.
Así que, con vuestro permiso, si me lo permiten y con el mayor de los respetos, me tomaré algunas líneas para referirme a estos sentimientos personales y familiares. Cómo muchos de ustedes ya lo saben, falleció el pasado Miércoles 05 del presente mes. Entonces, se me nubla la razón y no estoy en mi mejor juicio, los ojos se me llenan de lágrimas y una parte de mí revive los caminos de las calles de la ciudad y viejas casas donde cobijo su amor por todos sus hijos, nietos y familiares.
Aquí no hay fronteras que nos dividan. Gracias a todas las personas e instituciones que nos enviaron sus condolencias y nos acompañaron en la sepultación de sus restos en el Mausoleo de la Beneficencia Española del Cementerio N° 1. La lista de personas que expresaron su aprecio y cariño, de verdad es larga. También extiendo los agradecimientos a todos los medios de comunicación de la ciudad que divulgaron esta triste noticia.
Las páginas de su vida, comienzan en el Barrio del Morro. Sus estudios primarios los curso en la Escuela de la Iglesia Católica y culminó sus estudios secundarios en el Liceo de Niñas. De joven desarrolló sus talentos musicales. El Teatro Municipal y otros escenarios de la época del oro blanco fueron testigos del “Dúo del Mar”. También, fue víctima de la cultura machista de la sociedad de mediados del siglo XX. Por lo que tuvo que abandonar su carrera artística. Todo su talento se vió interrumpido y marchitado.
Después, sufrió el dolor que provocó el golpe de Estado y los rigores de la dictadura de Pinochet; cuando su marido, Carlos Agustín (Q.E.P.D.), fue llevado al campo de prisioneros de Pisagua y la persecución de sus hijos mayores. Fueron tiempos muy duros y terribles.
Para nosotros, fue una mujer siempre sacrificada y presente. Fue una mujer ejemplar de aquellos tiempos y de todo el tiempo en lo humano, en lo social y en lo religioso. Su naturaleza siempre fue abrigada por la bondad y de obrar con singular amistad con los vecinos/as del cité “El minero” y las Quintas II. Era una mujer que irradiaba humildad, que intensificada el amor por el prójimo, llena de fe cristiana.
Su padre fue natural de Logroño, España y falleció a los 47 años. Por lo mismo, tenía la gracia de imitar la voz de una andaluza (Andalucía) y hacerlo en forma admirable, tal como si hubiera vivido una parte de su floreciente vida en el país hispánico.
A los 75 años le diagnosticaron un cáncer. Salió de esta mortal enfermedad y se recuperó para después, caer en cama y vivir postrada hasta nuestros días. Todos sus hijos tuvieron particular preocupación por su estado de salud.
Ahora, Madre Santa, por favor, nunca te apartes de mí, no me dejes en la oscuridad, que la muerte no sea el abismo que nos separe y déjame ver siempre tu rostro y tu pelo blanco. Que tus delicadas manos siempre arreglen mi vestir. Madre Santa, que tu voz sea la fuente de inspiración eterna. Que detrás de tu fotografía me hagas superar los momentos de angustia de este triste mañana y deja venir el nuevo día para enfrentarlo con la misma entereza como tú superaste las grandes tempestades de esta vida…En los cielos hay una estrella muy linda para ella. Su espíritu siempre vivirá con nosotros.
Estamos en los albores del Día de La Madre. El comercio está limitado. A pesar de las campañas publicitarias por incrementar las ventas, son esfuerzos por volver a la normalidad económica Sin embargo, estamos en fase 1 del plan paso a paso y la pandemia del Covid-19 no retrocede. De tal forma que estamos lejos de bajar los índices de alto riesgo. Por eso, aprovecho este minuto, para decir que el Día de la Madre, no se trata de 24 horas del año. Más bien, todos los días del año. A este respecto, por lo menos, deberíamos tener perfecta claridad de nuestras responsabilidades.
En estos instantes, no puedo dejar de reconocer al personal del Consultorio Videla. Doctores, doctoras; enfermeros, enfermeras, enfermeros y paramédicos que siempre la asistieron y la visitaron cada semana, desde que cayó en cama. Ella se hizo querer y los trataba ´con bendiciones para todos ellos. Muchas gracias.