@plumaiquiqueña
Comenzaba en la vida de Sergio, la adorada infancia, cargada de emociones al interior del «Longino», escuchando el silbato, viendo a las gentes decir un repentino adiós, lágrimas sueltas recogidas por un pañuelo y risas de niños traviesos. Sergio dejó el puerto de Iquique a la edad de 6 años, su padre ferroviario fue trasladado por razones laborales a «La Estación Baquedano», la cual se ubicaba a 90 km de Antofagasta, este complejo perteneció a la «Chilean Northen Railway Company», posteriormente a la Empresa de Ferrocarriles del Estado y luego a Ferronor.
El humo tiznaba el cielo opalino, esa cálida mañana, las ventanas se levantaban, pero se cerraban atrapando en ocasiones la cabeza y los diminutos dedos. Cómo olvidar la subida del tren por el cerro, vislumbrar al glorioso desde las alturas y a ese mar que tranquilo dormía. ¡Oh!, era el turno de pasar por los túneles, las ventanas se cerraban porque los coches se llenarían de hollín. Los asientos, duros como la cubierta de los cerros morenos, pero el corazón henchido por la felicidad plena viajando por el desierto.
Para llegar a Santiago el viaje era lento y demoraba cuatro días y tres noches, nunca llegaba a la hora. Sin embargo, en esas extensas jornadas los pasajeros iban formando lazos de amistad y compañerismo. José recuerda viajar al «Festival de San Bernardo» con el grupo folclórico. Tocaban la guitarra, amenizaban con canciones en los vagones. Iván por su parte relata que en los 70, el tren se detuvo por fallas mecánicas en Los Vilos. Era verano, con un sol abrasador, artistas y parroquianos aprovecharon de bañarse en la playa y guardar ese impasse como una anécdota, hoy de culto.
Esta unión del norte con el resto del país, solo se materializó a principio de la década del 50 cuando la «Nitrate Railway», vendió al Estado chileno las líneas, máquinas, estaciones a Ferrocarriles del Estado. No obstante, el servicio ferroviario fue perdiendo competitividad frente al transporte terrestre y aéreo. En los 70, se produce un proceso de desmantelamiento de líneas férreas. Hoy la contaminación, la alta congestión vehicular en carreteras y ciudades exige el regreso de la cultura ferroviaria. Muchos pueblos palidecen añorando el paso del tren.
¡Que vuelvan los trenes!, dibujando la tierra.
¡Que vuelva el silbato del conductor!, anunciando la llegada de mi amor.
¡Que vuelvan desde el norte!, surcando el enjambre de cerros y dando vida a la cotidianidad perdida.