EDGARDO BARRIA
Iquique siempre se caracterizó por tener una identidad propia, con gente arraigada a la tierra, querendona, honesta donde el apretón de mano era respetado ante un acuerdo suscrito y no había necesidad de firmar papeles, porque si alguien proponía eso, era una ofensa grave.
El iquiqueño de antes era tanto el cariño que sentía por su tierra, que podíamos tener diferencias, pero al momento de defender Iquique, tanto en lo deportivo, político, social, cultural o económico, todos uníamos las manos para luchar como una familia este noble puerto.
Para el iquiqueño neto, esta tierra es parte de su vida, que incluso, cuando escuchan el himno que nos identifica lágrimas caen por nuestras mejillas, o cuando algún trasplantado habla mal de esta tierra que le tendió la mano, somos capaces de pegarle hasta un combo en el hocico.
Algunos días atrás, en una liebre la línea 18 leí un mensaje detrás del chofer que decía: “Desde La Boya hasta el cerro Dragón, soy iquiqueño de corazón”, cosa que me sentí tan orgulloso y sentí como mi respiración se apresuraba, que hasta mis ojos se nublaron producto de la emoción y por mi mente pasaron tantos amigos y personajes, algunos vivos y otros que partieron a otra dimensión de la vida.
“Ser chileno es un orgullo, pero ser iquiqueño es un privilegio”.
Como recordar a Chiteco de la población San Carlos y del Colorado que podía estar todo un día contando chistes si repetirse ninguno, o Germán Barrios “Toni” del Matadero y la Plaza Arica que cada palabra que emitía lo hacía con humor, claro que siempre al lado de un buen vino o una Pilsen (cerveza) y tantos otros que dieron vida a sus barrios, ya que nos conocíamos casi todos por intermedio del deporte o los estudios.
El Iquique de antaño que no volverá, queda plasmado en una canción de Monserrat Rivera, o en una poesía del escritor Juvenal Ayala, ambos del barrio El Colorado o del cantautor Calatambo Albarracín que se crió en la Plaza Arica y estudió en la Escuela Centenario N° 6 ó el historiador Jorge Inostrosa que se vivió en la calle Aníbal Pinto con Wilson, como también el escalador Claudio Lucero, que su hogar era una casa ubicada en Barros Arana entre Orella y Riquelme.
Iquique, escuela de miles de cultores del deporte, de las artes y la cultura, de grandes políticos, profesionales en distintas áreas que recorren el mundo y llevan en sus pechos la marca del Cerro Dragón, que los identifica como dice el slogan: “Ser chileno es un orgullo, pero ser iquiqueño es un privilegio”.
Las nuevas generaciones de iquiqueños desconocen el pasado heroico de esta pequeña nación, de este puerto que ha sabido de muerte, olvido, de heroísmo, de llantos, alegrías y de triunfos, por eso que “iquiqueños arriba la frente…”