@plumaiquiqueña
A 113 años de la Matanza en la Escuela Santa María, la memoria de 3600 obreros asesinados por el Estado chileno bajo la orden del General Roberto Silva Renard sigue viva. La historia de Miguel comienza un 21 de diciembre de 1907, en la ciudad de Iquique.
Miguel no era pampino , trabajaba como estibador, solidarizó con el movimiento que venía de San Lorenzo, San Antonio, Ramírez y muchas oficinas más. Al igual que todos los gremios, se unieron a los calicheros del sufrimiento, de la infamia, de la violencia , de la humillación parida, allá arriba quemando el sol. Miguel estaba de acuerdo con la demanda principal, cambiar las fichas por dinero nominal (18 peniques). Apoyaba al Presidente de los obreros, a la bandera chilena flameando y al quejido de los desposeídos.
Mientras el dirigente entregaba su gestión, se escucharon golpes de sables y ruidos de metralletas. Cerraron las puertas y la orden del General se escuchó a viva voz,¡ hay que matarlos a todos por revoltosos!. En fracción de segundos, contempló la dureza de una metralleta en pleno corazón del caudillo. Miguel recibió un disparo en la pierna izquierda, cayendo al suelo. No obstante seguía escuchando «¡hay que rematarlos a todos!». Inconsciente, logró sobrevivir y arrastrarse por debajo de los muertos. Con dificultad, llegó a casa, en calle Serrano con séptimo Oriente, el día en que la tierra, el humo y la confusión tiñeron a la escuela en sangre y muerte. Con el trascurso de los días, se enteró que los cuerpos fueron llevados en carretas a una fosa e incinerados como indignos.
Luego de la masacre, se cerraron los periódicos populares. Sin embargo, el Estado represor no pudo silenciar al movimiento obrero, se crearon leyes sociales y el código del Trabajo. Las calles aledañas a la escuela, fueron lavadas durante semanas, ya que el olor a sangre trascendía día y noche, hasta hoy , que escribo el relato de mi tatarabuelo Miguel López Lorca, un valiente estibador.