Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl Académico, Escritor e Investigador (PUC-UACH)
“Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias” (Eduardo Galeano, periodista y escritor uruguayo, llamado también “la voz de Latinoamérica”).
“De nada te sirve el conocimiento, si no te cambia el comportamiento” (Alejandro Jodorowsky, escritor y director de cine chileno).
Hoy en día –y de una forma lamentable–, se ha ido perdiendo la valiosa y hermosa práctica de leer y relatar cuentos a los niños, especialmente, porque el acto de compartir el placer de leer un libro con un hijo o una hija, es una de las cosas más bonitas y relajantes en la vida de un papá o una mamá. Sin embargo, la presencia de varios televisores en casa, los numerosos vídeos y juegos de multimedia, los iPod, iPad, tablets, celulares inteligentes, etc., se han convertido en verdaderos distractores sociales que les entregan a los padres una gran inmediatez y velocidad en relación con el hecho de “entretener” a los niños, liberando así, a los padres de dicha responsabilidad.
Si además, acontece que ambos padres trabajan y que pasan muchas horas fuera de casa, la situación se torna aún más complicada, ya que lo anterior redunda, en que muchos menores, están obligados a pasar una parte importante del día, completamente solos.
Ahora bien, son numerosos los grandes beneficios de contarles cuentos a los hijos, tanto así, que bien merece la pena el esfuerzo de analizarlos:
El hogar –o núcleo familiar–, es el principal lugar donde los niños se pueden desarrollar de manera sana y útil para la sociedad. Es al interior de la familia donde se aprenden los principales valores que distinguen a una persona de bien, de otra que no lo es, y es el lugar donde los niños aprenden a confiar, amar y respetar. El hogar es el principal espacio donde se enseña a los hijos a razonar y a expresar sus ideas, emociones y sentimientos. Por lo tanto, destinar –y dedicar– tiempo de calidad a conversar y dialogar con los hijos por intermedio de los cuentos y las historias, es una tremenda inversión a largo plazo. Si uno quisiera ponerlo en términos económicos –en el buen sentido de la palabra–, esta inversión de tiempo en los menores representa un negocio altamente rentable para cualquier padre y, por extensión, para cualquier sociedad.
El aporte que representa el acto de narrar un cuento a un menor, va mucho más allá del mero relato. Los estudios demuestran que los niños a los cuales se les relatan historias, son más inquisitivos, más curiosos intelectualmente y más seguros de sí mismos, porque se dan cuenta que sus padres están dejando de hacer muchas “actividades de adultos”, con la única finalidad de dedicarse completamente a ellos. El acto narrativo ejerce, asimismo, una gran influencia en el desarrollo de la fantasía, la imaginación, la sensibilidad y la capacidad de memoria de los niños.
El acto de relatar un cuento genera una serie de cambios conductuales en los niños. En función de los contenidos propios del relato, ello le puede ayudar al niño a: (a) comprender mejor sus propias emociones (miedo, amor, frustración, ira, solidaridad, etc.), (b) el relato le facilita al menor elaborar mejor lo que le sucede a él, o bien, (c) le ayuda a resolver –o expresar– algunos conflictos internos que pudiese tener el niño. Ciertas experiencias tristes –y a veces traumáticas–, tales como la muerte de un ser querido, la enfermedad crónica de un hermano (o del niño mismo), el estar sufriendo de algún defecto físico, ser víctima de bullying o estar viviendo la separación de los padres, etc., pueden hacerse menos traumáticas y más fáciles de expresar y elaborar, cuando el niño las conversa con los padres, o bien, las observa o escucha en tercera persona.
Complementariamente con el punto anterior, los padres que relatan cuentos le entregan a los niños distintos modelos de lenguaje, la expansión del vocabulario y una mayor amplitud de conceptos. Todo esto les ayudará a los niños a un extraordinario desarrollo y manejo del lenguaje, tanto verbal como no verbal, así como también a un mayor grado de comprensión de lectura. Una gran ventaja de contar cuentos, es que el niño pasa a ser protagonista y un actor principal en el proceso de comunicación, puesto que puede intervenir durante la lectura, puede comentar, aclarar y también preguntar todo aquello que estime pertinente, con lo cual, deja de ser sólo un “receptor pasivo” para convertirse ahora en un “emisor activo y curioso”. Recordemos de pasada, que el Departamento de Microdatos de la Universidad de Chile llevó a cabo un estudio que sacó a la luz una deplorable realidad: entre el 60 y el 70% de la población no logra entender lo que lee.
El cuento favorece la comunicación y la relación entre padres e hijos. La acción de leerle cuentos a los niños permite un acercamiento positivo entre los padres y los hijos, lo cual, más adelante, se puede convertir en un “proceso de comunicación abierta y bidireccional”: de sentimientos, ideas, emociones y experiencias. Por otra parte, esta actividad en familia puede convertirse en una forma muy favorable para inculcar en los niños la pasión y el amor por la lectura: hablar acerca de las historias luego de leerlas, realizar actividades en conjunto, tales como visitar librerías, bibliotecas y ferias del libro, es la manera ideal de despertar en los niños el interés por los libros.
Desarrollo de la capacidad de escucha. Cuando la acción de narrar cuentos se convierte en una actividad habitual, ello le permite al niño concentrarse en elementos que van un poco más allá de las palabras, tales como gestos, tonos de voz, sonrisas, movimientos de las manos, etc. Esto le ayudará al niño a aprender a tener paciencia, al mismo tiempo que aprenderá a esperar su turno para hablar, lo que le facilitará el hecho de comprender e interpretar correctamente lo que le sucede a los demás, desarrollando las primeras etapas del proceso de empatía.
Creación de un ambiente y clima propicio para contar cuentos. El narrador, es la persona responsable de crear un “clima emocionante”, grato, relajado y favorable para la narración, donde los padres se convierten en una suerte de actores dramáticos que transmiten las emociones que viven los personajes de los cuentos. Además, está demostrado que los aprendizajes que están asociados a situaciones emocionales, son los que más perduran en la vida, de ahí la importancia de cambiar el tono de voz de acuerdo con los personajes del cuento, con la finalidad de expresar los sentimientos que transmite la historia. Lo anterior, se logra por intermedio de los cambios de entonación y el uso del drama, ya que estos cambios representan los “efectos especiales” que llaman la atención de los niños, lo que les permitirá que recuerden mucho más y mejor lo que se está leyendo. Y otra cosa: los padres no deben tener ningún miedo a repetir las historias y las palabras, una y otra vez, ya que a menudo, son los propios niños, quienes exigen la repetición de los cuentos y la utilización de las mismas “expresiones emocionales” que en la primera lectura. Ahora bien, para lograr ese clima especial, los padres deben preocuparse de generar un ambiente adecuado, apagando el televisor, el computador, silenciando el equipo de radio o cualquier otro aparato que perturbe o interfiera con este momento especial y mágico entre los padres y los hijos.
Valore –y ponga en práctica– algunas de estas sugerencias y de seguro que, en un plazo de tiempo razonable, usted advertirá cambios importantes –y casi mágicos– en la conducta y el comportamiento de sus hijos.
Por último, tengamos presente lo que señalaba Ralph Waldo Emerson, filósofo norteamericano, quien ya en el siglo XIX, planteaba que la piedra de tope de nuestra civilización no era el número de sus habitantes, ni el tamaño de sus ciudades y construcciones, ni siquiera el alcance de sus logros económicos o tecnológicos, sino que la valía y la clase de hombres y mujeres, que el país en sí, estaba en grado de producir y entregar al servicio de sus conciudadanos.
Colabore, entonces, usted también con el objetivo de entregar a la sociedad hijos que se conviertan en buenos ciudadanos, en personas responsables y que sean un verdadero aporte para el país donde nacieron.