
Estos primeros días de Febrero del año en curso, nos marcaran en la historia, como los más trágicos de nuestras efemérides. Los voraces incendios forestales de Valparaíso, Viña del Mar, cada día que pasan se suman nuevas víctimas que superan las 130 personas, reconocidas por las autoridades oficiales a cargo de esta tremenda tragedia. Miles de viviendas destruidas y miles de hectáreas verdes y de vegetación calcinadas por las llamas de fuego como arma nuclear en contra de nuestra población. Ruge en forma endemoniado, el silencio de la noche se rompe en cólera. Personas que no pudieron escapar y sus cuerpos aún yacen a la vista de sus amistades y familiares para ser reconocidas.
Solamente pensar en esta forma de morir, se me humedecen mis pupilas. La nueva casa construida a lo largo de los años, esfuerzos y sacrificios, se fueron al mismo paso de las olas de fuego. Una terrible tragedia.
En medio de investigaciones judiciales por determinar las causas de estos incendios, hay que destacar la valentía de nuestros compatriotas, son hijos del rigor, del hambre y la pobreza. De nuevo se ponen de pie, con chuzos y pala en mano comienzan a remover los escombros para levantar, en la medida de lo posible, lo que podría ser su nueva morada.
Los que murieron en estos incendios, murieron sin honores, ni con guardias de honor, menos saludos protocolares y discursos de la casta política. Por cierto, no hay balas de salva, ni patrullas motorizadas, ni cierres papales. Los pobres cuando mueren, mueren en silencio y acompañados por familiares y amistades de su entorno. Llegamos hasta el cementerio y en este último adiós, nace del corazón, el orador improvisando algún sentimiento. Esa es nuestra realidad. Nacimos para morir, pero no, de esa manera insólita, dolorosa e infernal.
Nuestro país, es un país de contrastes. No solamente por su geografía. Un país que casi lo tiene todo a lo largo de su territorio. Lo que más me llama la atención ahora es la trágica muerte del ex Presidente Sebastián Piñera, en el Lago Ranco. Mire usted como son las cosas. Piloteaba su helicóptero, junto a su hermana y amistades.
Por razones que se investigan, la aeronave se fue a pique. ¿Será culpa del piloto? y/o fueron causas mecánicas. Pronto tendremos más certezas de lo hizo capotar al helicóptero. Afortunadamente, los acompañantes del ex Mandatario salvaron sus vidas. De manera lamentable, él la perdió.
En sus funerales, se hicieron presente casi todas las autoridades de nuestro Estado. De hecho, fue un funeral de Estado. Dónde les guste a unos sí, y a otros no, izquierdas y derechas, deben cumplir con estas obligaciones republicanas. Más allá de sus propios partidos políticos, a los miembros del Gobierno les corresponde asumir estas obligaciones protocolares. Nada para cortarse las venas y ponerse “tonto grave”.
El ex Presidente Piñera, fue elegido dos veces democráticamente para estar en La Moneda. Es un hombre de derecha y un político neoliberal muy propio de su solvencia económica. En esta columna, prefiero ser consecuente con mis postulados cristianos y valores humanos. Este es un tiempo de duelo y respeto tal principio. Extiendo mis sinceras condolencias a sus familiares y amistades.
Otra cosa muy diferente es sacar provecho político y de “santificarlo”. Creo que en la derecha existen diferencias como lo existen en la centro izquierda. Hay quienes en la derecha, quieren ser herederos de sus legados y otros más ultra conservadores dejarlo en el pasado.
Sin embargo, lo que me llama más la atención, es que en estos dos escenarios: Los incendios de Valparaíso y la muerte del ex Presidente Piñera, se reflejan los dos Chiles. EL de los pobres y el de los ricos. Amigos y amigas, saquen por favor, ustedes sus conclusiones.
Sí, en verdad queremos caminar en la búsqueda de un país más justo, entonces, emparejemos la cancha con el rol Estado. Gracias. Nos vemos.