Por ROBERTO BUSTAMANTE
Las necesidades en política no suelen ser transitorias. Menos en Chile, en donde arrastramos todavía la comparsa de los amarres dictatoriales en algunas materias, y al parecer las más importantes. Para tratar de terminar con ellas la calle es parte importante de la visibilización del problema, no sólo para que se escuchen las peticiones, en este caso reformistas, sino como factor esencial de la política. Por eso surge la necesidad de entender e insistir majaderamente, ante las voces disidentes a este acto ciudadano, la etimología del término política. De “la politeia” término griego del que surgen las palabras política (o teoría de la ciudad) y educación (paid-agogia), además de otras menos apreciables como policía, por ejemplo. Pero al grano: entender la polis no sólo es entender la ciudad, sino también al Estado, debido a que la ciudad en la Grecia clásica era la única unidad estatal donde se amparaba el gobierno.
Mientras la mayoría de los medios de comunicación se vuelcan a la perfecta sujeción de las personas, cuando los efectos del neoliberalismo nos someten a enarbolar el miedo como excusa representativa del cuidado a mi “propiedad”, las marchas no hacen más que reunir la suma de las expectativas como reprenda al individualismo culturalmente forzado. El hacer por hacer, como canta Miguel Bosé, puede abrir caminos pero tal vez no declare las intenciones de una sociedad más equitativa, de esta sociedad que busca ocupar la ciudad, su quizás único y verdadero roce con el Estado.
El mensaje también debe seguir siendo fuerte y claro. La calle es nuestra, es quizás lo único que no nos pueden quitar aunque el negocio busque privatizarlo y enrejarlo. La calle es el lugar hecho para hacer política. Hay que aunar la protesta y las peticiones como una banda de músicos, cada quien tocando un instrumento para darle buen sonido a la melodía rabiosa. El actual gobierno nos querrá quitar también esta posibilidad que sigue siendo gratuita y al aire libre, porque tratará de criminalizar su ocupación a como dé lugar. Y si nos rendimos ante ello perderemos mucho más que la calle.