Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, Escritor e Investigador (PUC-UACh)
“El acto de saber poner límites, no sólo se convierte en algo saludable para las personas, sino que en muchos casos, es vital para poder vivir en paz y tranquilidad” (FLC).
Si usted tiene hijos pequeños y se está iniciando en el proceso de crianza, entonces es probable que le interese darle más de una ojeada a la información y sugerencias que se entregan en este artículo.
Por cierto, que estas sugerencias no sólo puede ser de utilidad para quienes son padres jóvenes, sino que también para aquellas personas que se han convertido en abuelos y que sienten la tentación de “regalonear” demasiado a sus nietos, corriendo el serio riesgo de malcriar a los niños, en lugar de ayudar a los padres de los niños en el proceso de educarlos, entregar valores, de hacer un rayado de cancha y de fijar los límites de aquello que está permitido y lo que no está permitido hacer.
En todo caso, es preciso partir señalando, que cuando un adulto –padre, abuelo o tutor– desea enseñar disciplina y/o poner límites a sus hijos/nietos, lo primero que debe tener, es: autodisciplina, perseverancia y la voluntad de ser coherente y consecuente con lo que va a pedirle –o exigirle– a la otra persona.
Si, por ejemplo, el padre, la madre o el tutor del niño no tienen valores, tales como: respeto por el otro, autocontrol de impulsos y emociones, honestidad, integridad, empatía, etc., es muy difícil exigir al otro aquello que no tiene uno mismo. En segundo lugar, el padre, el abuelo o tutor debe tener siempre presente cuatro aspectos muy relevantes en el proceso de crianza, si es que desea establecer algunos límites y enseñar disciplina, a saber: qué (desea enseñar), cuándo (quiere hacerlo), cómo (debe hacerlo) y por qué (razón hacerlo).
1. Una primera sugerencia a tener en cuenta, es que la persona que quiere enseñar disciplina, debe ser precisa en relación con las metas que desea lograr, al mismo tiempo que debe mantener la objetividad en su accionar: no basta con decirle frases ambiguas u ofensivas a un niño, tales como: “Tienes que portarte bien”, “No hagas eso en la casa”, “¡Eres un inútil!”, etc. En lugar de lo anterior, es necesario decir frases precisas y que tengan un objetivo claro a cumplir: “Termina tu tarea y podrás salir a jugar con tus amigos”, “Lávate bien las manos antes de comer, así matamos los bichos y evitamos enfermedades”, etc.
2. Una segunda sugerencia apunta a darle opciones –o alternativas– al niño, donde el menor pueda escoger: “¿Te quieres bañar o prefieres una ducha corta?”, “¿Quieres escoger tú la ropa que te vas a poner o te ayudo yo?”, “¿Prefieres un plátano o una manzana de postre?”. Esta posibilidad de escoger que se le da al niño, le entrega la sensación de que él tiene el control (o el poder) sobre una determinada situación y/o decisión, lo cual, ayuda una enormidad a vencer la resistencia que pueda haber por parte del menor.
3. Un tercer aspecto, se relaciona con la asertividad y la firmeza que debe mostrar el adulto frente al niño. En este sentido, ser “asertivo” significa ser capaz de decir un simple adverbio de dos letras: “¡No!”, todas las veces que sea necesario. Al respecto de este breve adverbio, hay un chiste que circula en Internet, que muestra a una pobre madre desesperada ante un hijo tirano que está rodeado de cientos de juguetes, al que le pregunta: “¿¡Y qué más quieres que te dé Juanito!?”. La respuesta del niño: “Un ¡No!”. En este sentido, recuerde, que mucha bondad genera menosprecio. Esta es una frase aplicable también a los adultos. Por lo tanto, si el hijo ha hecho una acción no permitida, la reacción del padre o la madre debe ser una orden firme y con voz segura para efectos de fijar los límites: “¡Lo que hiciste no lo voy a permitir por… (aquí se debe dar la razón de por qué no se va a permitir tal o cual conducta) y te vas a tu habitación ahora mismo!”, o bien, “Te amo hijo, pero no me gusta y me desagrada mucho lo que has hecho, porque…”. A todo esto: ser firmes no significa perder el autocontrol, gritar como un energúmeno, insultar o descalificar al niño.
4. Un cuarto aspecto que ayuda a fijar límites y disciplina, es explicar claramente el por qué razón el niño debe hacer lo que pide el adulto, ya que cuando el niño comprende el motivo y la importancia que hay detrás de una regla –que, por ejemplo, ayuda a prevenir situaciones peligrosas–, el menor se sentirá más inclinado a obedecer la orden: “Antes de cruzar la calle, toma mi mano y fíjate bien si no viene un auto, ya que nos puede atropellar y hacer daño”, “No vuelvas a morder a la mamá o a otras personas: eso les produce heridas y mucho dolor ”, antes que argumentar: “¡Porque yo lo digo!”, “¡Porque yo mando aquí!” o “¡Porque yo te lo prohíbo”!
5. Una quinta sugerencia a tener en cuenta, es que hay que sancionar la conducta errada del niño y no realizar una suerte de ataque personal en contra del niño. Por ejemplo, al decir: “Me molesta el desorden de tu pieza, de modo que antes de que veas tu programa favorito en la tele, quiero que ordenes tu cuarto”, lo que se hace es desaprobar la conducta realizada por el menor, pero no se ataca al niño. Lo anterior, es muy distinto que decirle al niño: “¡Eres un tonto desordenado y me sacas de quicio!”, o bien: “¡Eres un niño malo y un inútil!”. En estos últimos dos casos se está atacando al niño y su autoestima.
6. Desarrolle el hábito de darle a sus hijos órdenes que sean positivas y que lo hagan sentir útil, usando apelativos cariñosos: “Mi niño querido, (mi amor, mi cielo, etc.) necesito que me ayudes a llevar estas cosas a la cocina, por favor”, “Sé tan amoroso y ayúdame a lavar estos platos: yo lavo y tú secas”. Esto le entrega al niño la posibilidad de participar activamente en cosas del hogar y de sentirse útil. Lo anterior debe ser hecho de acuerdo con la edad y la capacidad del niño.
7. Controle sus emociones y temperamento: no deje que su falta de control (o la pérdida de la paciencia) se apodere de usted, ya que al comenzar a gritarle al niño, corre el riesgo de que salgan de su boca palabras ofensivas y dolorosas, que luego son difíciles de borrar, elaborar u olvidar por parte del niño, lo que produce resentimiento, rencor y rabia en el hijo. El hecho de mostrarse firme, no significa tratar a los niños a gritos destemplados, con brutalidad o por medio de golpes. Es posible ganar más a través de una sonrisa en la cara, que aparecer ante el niño con la cara desencajada, avinagrada o enrabiada. Y aunque a usted le resulte algo difícil de creer, hablar con voz suave y lenta, pero firme, le da a entender al niño que no le queda otra opción –o alternativa– que obedecer la orden recibida. Hay un dicho famoso atribuido a san Francisco de Sales, quién decía que: “Se cazan más moscas con una gota de miel, que con un barril de hiel”. Vinculado a nuestro tema, el sentido de la frase sería algo así como: se obtiene mucho más con un poco de dulzura, que con una dureza despiadada.
8. No incumpla o rompa –salvo que sea algo muy excepcional– las reglas que usted mismo haya establecido. Si usted ha convenido con su hijo que debe acostarse a las 9 de la noche, entonces la hora de dormir debe mantenerse a esa hora y no a otra hora que su hijo le exija, o bien, en función de un descuido de su parte, ya que de ahí en más, cualquier “excusa” será válida para no respetar el horario establecido.
Finalmente, cabe señalar, que cuando los padres han sido capaces de establecer límites y normas de conducta en sus hijos, automáticamente, estos papás acaban de lograr algo muy significativo y relevante: han establecido importantes hábitos de conducta, relacionados, por ejemplo, con el estudio, la perseverancia y las buenas costumbres.