febrero 13, 2025
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Nov

Supermercados | @plumaiquiqueña

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Cuando era niña, la canasta familiar se surtía por los despachos de los barrios, el mercado, el Terminal Agropecuario y en segundo plano por los supermercados. Las distancias aún eran cortas, se vislumbraba al iquiqueño a pie, el cual vivía colindante a otro y no arriba de otro.

La medida fue cambiando con el tiempo debido a que Iquique comenzó a crecer para arriba, poniendo fin a la vida barrial como sucedió con Cavancha.  Los puntos de articulación económica como eran los despachos fueron cediendo su lugar a todo lo que viene ya hecho, como por ejemplo lo que se vende en un supermercado.  (Bernardo Guerrero). En una sociedad tecnológica, el valor de la mercancía se reduce a la compra de un producto por medio de una tarjeta crédito.  Está normalizado, hoy por hoy, que tengamos que pagar un kilo de carne en cómodas cuotas, replegando a nuestros viejos a la inmediatez del mundo moderno. Como las palomas de la plaza Condell, ellos vuelan a ese pasado que les dio todo o casi todo, en un universo predecible, de lealtades e intereses comunes que dieron vida a la otrora ciudad de los techos planos.

El supermercado Rossi (hoy Unimarc), fue el favorito por las señoras del puerto, era atendido por su propio dueño (Cesare Rossi), estaba ubicado en pleno centro frente al inolvidable Salón Chantilly, también atendido por su propia dueña; la señora Eva.

La atención personalizada de la época es una característica propia heredable del Iquique salitrero, con la llegada de migrantes del globo para establecerse en el rubro del comercio detrás de un mesón o mostrador. Por tal razón, Iquique era considerada como la ciudad para querer, todos conocidos y todos amigos, una ciudad hospitalaria que no desmaya en su noble y cotidiano palpitar.

Francisco Javier Ovalle la igualaba a Buenos Aires, donde todos viven en agradable comunidad, y al terreno de la grave discusión de los negocios se lleva también por este mismo espíritu de concordia y amistad la conversación amena y familiar.

Cada 15 días, una lista detallada se llevaba religiosamente a los almacenes como el Chiguanko, supermercado de la Zofri o La Puntilla. Como olvidar los sabores de la mantequilla importada Anchor y la leche Bella Holandesa.

Playa Brava se convirtió en el barrio pituco de ciudad, cerca de la universidad y del supermercado IL Cappo. Más tarde se instaló en las cercanías hacía fines de los ochenta, el supermercado Cofrima, costado del juvenil Papa Gallo. Con cariño se recuerda a la compañía de teatro infantil, “Colorín Colorado», quienes deleitaban a grandes y chicos al mediodía.

cofrimaPosteriormente cambia de nombre a Marmentini Letelier. Por otra parte, en el centro, calle Sargento Aldea con Vivar, estaba el supermercado Decer, cuyo antecesor fue Coopenor. Bueno, un clásico a la salida del colegio, era ir con mi hermano a comprar una galleta museo, previa espera en el paradero, al frente de las salchipapas masitas. Que bonitos tiempos, al frente del Decer que con el tiempo se llamó Palmira, estaba el café Diana, cuyo dueño, el señor Flavio Rossi vendía galletas a granel o conversaba en la esquina con algún parroquiano.

El bullicio automotriz no dificultaba en esos años los caminos de la vida citadina, el sol indómito del norte lucía galante en cada recoveco. Los grandes elefantes estaban aún muy lejos para robarse el calor del puerto. Era mediodía, a mamá le faltaba un cuarto de aceite suelto para el almuerzo, fui corriendo al despacho de la señora Doris, estaba atiborrado de gente comprando los menesteres para la semana, al lápiz o en efectivo. Quiero que se apuren, por favor, necesito ver a Luis Miguel en el festival de la una y comentarlo con las compañeras del liceo.

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