La vida en ti fue un pez de 20 centímetros. / Tu remoto latido, hoy petrificado, / vive ahora en mi cuerpo / tan inverosímil como el tuyo. / Tú ya no puedes mirarte ni mirarme, no sabes / lo extraño que es ser pez u hombre. / Somos, te digo, inverosímiles, caprichos / de una mente delirante / que cuaja infinitas e insensatas formas en el mar / y la tierra.
José Watanabe
Llegué antes de ayer por la noche a Tacna y escribo esto sobre un bus Moquegua que me lleva a Lima. Cruzando la frontera de Santa Rosa pude divisar a familias esperando pasar a Chile. Niños y niñas, bebés en brazos de personas con rostros cansados, pieles quemadas por el sol en su largo peregrinaje. Al llegar al terminal de buses de Tacna me fijé que frente a él se instaló una institución religiosa que alberga y ayuda a quienes migran. Otra vez rostros cansados, con la preocupación instalada seguramente por no saber qué sucederá en su búsqueda de una vida mejor.
Salimos de la ciudad heroica y nos abrimos paso por el desierto. En algunos parajes aparecen oasis breves con plantaciones de maíz. En el lapso de dos horas ya nos hemos detenido en dos controles. Nos ofrecen frutas y choclo con queso. Pido uno. La señora que los vende me ofrece servilletas para limpiar mi boca y barba. Es pequeña de estatura y me hace un gesto para decirme la cantidad de soles que le debo. Al parecer no habla español o muy poco. Dice algo en aymara y me toma la mano. Otra vez esa piel curtida por el desierto. Es momento de continuar el viaje y me despido con una sonrisa que ella corresponde. Una señal nos indica que estamos cerca del puerto de Ilo. Pienso en un ceviche y una pilsen Callao ahora que se acerca la hora de almuerzo. La película del bus, como son casi siempre, es aburrida: trata sobre marines gringos que salvan al mundo de “los malos”.
Llego a Lima y está nublado, pero caluroso. Me debo mover rápido ya que es conocida la tardanza por los grandes tacos que afecta en ciertos horarios a la capital. Dejo mi bolso en un departamento que arrendé cerca de la zona del Callao, frente a la costa. Cerca de ahí salen buses al estadio Matute donde hace de local el Alianza. He sabido que van a llegar más de 300 hinchas, los que van en camino o ya disfrutan de las bondades limeñas. Somos optimistas, pensamos que Deportes Iquique puede dar vuelta el resultado de la ida y volver con la clasificación. No soy creyente, pero llevo una foto de mi abuelita cada vez que viajo. La guardo en mi banano y llamo un Uber para acercarme al estadio y comer algo. La suerte ya está echada.
