ANA LAURA
Muchas veces escuché a mi abuela decir cosas que hoy nos resultan casi graciosas sobre lo que se debía o no hacer en Semana Santa. Antes de seguir leyendo, quiero que sepas que respeto todas las creencias, y cada quien es dueño de hacer con su cuerpo lo que quiera, ¿de acuerdo?
Mi abuela, que espero el Pulento la tenga contenta, nos contaba que en sus años mozos, durante los días de Semana Santa, especialmente el viernes, no se hacía nada en la casa. Los santos se cubrían con una tela negra, y había costumbres que, sinceramente, me habrían llevado directo a la cárcel. Una de ellas: no hacer el amor en Semana Santa. ¿Una semana sin sexo? ¡Me muero!
Uno de los argumentos que nos daba la veterana era que las parejas que tenían sexo, el famoso “mete y saca”, quedaban pegadas. Aunque me da risa recordar esto, también me hace reflexionar sobre el poder que tenía la religión para fomentar miedos y temores frente al sexo, algo tan natural y saludable.
Me contaba que las radioemisoras solo programaban música clásica y melodías similares a las que escuchamos en los supermercados. En el cine, las películas eran sobre “La Vida y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo”. “Yo iba con mis hermanos y mis padres al cine, pensando cada año que Jesús se iba a salvar de morir en la cruz”, recordaba mi abuela con nostalgia.
Sigamos con el tema del sexo en Semana Santa. También se creía que los hijos concebidos durante estos días nacían con malformaciones. La recomendación que le daban a mi abuela para evitar esos “malos pensamientos” era rezar mucho.
Qué alivio que esas creencias quedaron en el pasado y hoy vivimos en otra época. Mientras escribo esta columna, me imagino cómo habría sido mi vida en aquellos años. Creo que yo habría rezado las 24 horas de los siete días de la Semana Santa… ¡por pura necesidad!
Columna publicada en abril del año 2017.
