Carlos Graña Sarmiento, periodista.
El 12 de julio del 2023 se cumplieron 188 años desde que el naturalista inglés Charles Dawin visitó el puerto de Iquique y las oficinas salitreras. En la época en que el naturalista recorrió las salitreras, en 1835, Tarapacá pertenecían al Perú. En su libro: “Viaje de un Naturalista alrededor del mundo”, dejó testimonio de este acontecimiento, que quedó registrado en la historia de Iquique. El buque en que navegó Darwin el HMS Beagle, era un bergantín a vela, de 242 toneladas y la comandada el capitán Robert Fitzroy, que navegó en los peores temporales invernales. Tenía la misión de realizar un levantamiento hidrográfico del extremo meridional de América del Sur. El marino pertenecía a la Marina Real Británica, y los ingleses tenía en sus planes apoderarse del Estrecho de Magallanes, considerado un punto estratégico de la navegación en el mundo. Chile aún no había tomado posesión del Estrecho de Magallanes. Hecho, que tendrá lugar el 21 de septiembre de 1843.El día mencionado nuestro país estableció su soberanía para que formará parte de la geografía política chilena. Robert Fitzroy, como se recordará, secuestro a cuatro nativos de Tierra del Fuego, en su primer viaje, en febrero de 1830, y se los llevó a Inglaterra para que aprendiera inglés y otras materias propias de la civilización occidental. Los rehenes de Robert Fitzroy eran: York Minster, 26 años, kawésqar, Boat Memory ,20 años, kawésqar, Jemmy Button , 14 años, yagán, y Fuegía Basket, una niña de 9 años, también kawésqar. Los británicos argumentaron que se los llevaron para traerlos de regreso una vez que dominaran el idioma inglés. Boat Memory se enfermó y falleció en Inglaterra. Los otros tres, después de permanecer un año y cuatro meses, regresaron a sus canales fueguinos. En ese momento histórico Gran Bretaña era una de las grandes potencias navales del mundo. La expedición del Beagle en la zona austral era más militar, que científica. Los ingleses aspiraban a controlar ese punto estratégico de la navegación donde se une el Océano Atlántico con el Pacífico. Inglaterra era la nación con más poder político y económico de Europa. Se había convertido en la gran potencia colonizadora. En 1825 planificó efectuar un reconocimiento de América Austral, centrado en la región del estrecho de Magallanes y sus canales.
Darwin participó en el segundo viaje del HMS Beagle de la Marina Británica. Él era el único científico, que viajaba en esta segunda expedición.
La visita de Charles Darwin a la provincia de Tarapacá no fue al azar. El naturalista tenía conocimiento de la existencia de los ricos territorios salitreros, que poseía el Perú.
A su regreso a Inglaterra informó en Londres sobre la visita, que realizó a las faenas mineras y salitreras. Darwin tenía afición por la geología, la botánica y las ciencias
naturales, esto le permitirá recoger infinidad de observaciones de terreno, la
que, cotejadas entre sí, serán el germen de sus futuras teorías sobre la evolución de las especies y la selección natural.
Charles Dawin viajó a La Noria, que era de propiedad de George Smith, que se destacó como una figura señera de la minería peruana. Los días 13 y 14 de julio de 1835 se alojó en la casa de este industrial salitrero. Conocía también los trabajos de William Bollaert, químico inglés, que informó en Londres sobre la extracción del salitre orientado a la exportación. Ballaert trabajó también en la provincia peruana de Tarapacá. George Smith y William Bollaert fueron contratados en 1827 por Ramón Castilla y Marquezado intendente del gobierno peruano en la antigua provincia de Tarapacá para que realizarán un estudio etnográfico, geográfico y geológico de Tarapacá. Bollaert se formó en la Royal Society de Londres y llegó a Iquique en 1826, como superintendente de la mina Huantajaya. Fue amigo de Darwin. Abandonará Tarapacá a fines de 1829. Este dúo inglés es considerado como los posibles descubridores del yodo de Tarapacá.
Al relatar su viaje a la Noria, después del arribó del Beagle al puerto de Iquique, el 12 de julio de 1835. Charles Darwin escribió:
“En la mañana, del 13 de julio de 1835, partí hacia los trabajos de las salitreras, distantes a 14 leguas. Ascendiendo las empinadas montañas de la costa, por una zigzagueante huella arenosa, pronto tuvimos a la vista las minas de Huantajaya y Santa Rosa. Estas dos pequeñas aldeas están ubicadas en las entradas de las minas, colgando en lo alto de las colinas y tenían un aspecto aún más inhumano y desolado que el pueblo de Iquique. No pudimos llegar a las minas de salitre sino hasta después de la puesta de sol, habiendo cruzado durante todo el día por terrenos ondulados en un completo y desolado desierto. La ruta estaba sembrada de huesos, esqueletos y cueros de muchas bestias de carga que habían perecido allí víctima de la fatiga. Con excepción del “vultur aura” (jote, buitre, gallinazo o zopilote) que devora las reses muertas, no vi ningún ave, cuadrúpedo, reptil ni insecto.
Sobre las montañas rocosas, a una altura de 2.000 pies, allí durante esta estación del año caen nubes, crecen algunos cactus en las grietas y hendiduras y la arena suelta está sembrada con un liquen, cual se apega contra la superficie desprendida (de los cactus). Esta planta pertenece al género “cladonia” y se parece algo al liquen de los renos. En
algunas partes había una cantidad suficiente para matizar la arena y de lejos se veía de un color amarillento pálido. Un poco más al interior, durante la larga cabalgata de 14
leguas, vi un solo tipo de vegetal, un diminuto liquen amarillo, creciendo entre restos de las mulas muertas. Este fue el primer desierto verdadero que jamás habían visto. El
efecto que me produjo fue grandioso, pero creo que fue consecuencia de que me había acostumbrado gradualmente a estos paisajes, mientras viajaba desde Valparaíso, a través de Coquimbo, a Copiapó.
La apariencia de estos terrenos era extraordinaria, cubiertos por una gruesa capa de sal común y de aluviones salinos estratificados, los cuales se habían depositado sobre la tierra, mientras ésta se levantó lentamente desde el fondo del mar. La sal es blanca, muy dura y compacta. En el proceso de secado se mezcló y aglutinó con la arena y con mucho yeso. El aspecto de esta mole superficial se parecía mucho a un terreno después de nevar, antes que las últimas manchas de nieve sucia se hubiesen deshielado. La existencia de estas costras de sustancias solubles que cubren completamente el terreno,
demuestran cuan extraordinariamente ha sido el clima por largos períodos.
Esa noche dormí en la casa del dueño de una de las salitreras. El terreno aquí es tan estéril como cerca de la costa. El agua se extrae solamente de pozos profundos y tiene un sabor más bien áspero y amargo. El pozo de esta caza está a 36 yardas de profundidad. Como escasamente llueve, es evidente que el agua no llega así. Seguramente, si está allí, debería ser tan salada como salmuera, porque todos los alrededores del suelo están compuestos de diversas sustancias salinas. Terminamos entonces por concluir que se filtra subterráneamente desde la cordillera, aunque está muchas leguas de distancia. En esa dirección hay una pequeña cantidad de pueblos, donde los habitantes tienen más agua, lo que les permite regar unos pocos terrenos y mantener pastizales, donde pacen mulas y asnos, empleados en el transporte del salitre. El nitrato de soda se está vendiendo ahora, puesto en los muelles, a 40 shillings las 100 libras. El mayor costo es transportarlo a orilla del mar. La mina está formada por una capa dura que tiene entre 2 y 3 pies de espesor de nitrato, mezclado con un poco de sulfato de soda y una buena cantidad de sal común. Oculto apretadamente bajo la superficie y por una extensión de 150 millas en los bordes de una gran hondonada o llanura, demuestra que esto debió haber sido alguna vez un lago o, más probablemente, un brazo de mar aislado, como puede inferirse por la presencia de sales yodadas en los estratos salinos. La superficie de la llanura está a 3.000 pies de altura sobre el nivel del Pacífico…”.