Chapman, desquiciado y obsesionado con ‘El guardián entre en el centeno’, atesoraba una lista de celebridades con la que quería acabar. Pero Lennon fue el blanco más asequible.
En 1971, John Lennon se mudó a Nueva York para tratar de dejar atrás una vida en la que era el constante centro de atención y en la que la prensa observaba cada uno de sus movimientos. Sus nueve años de residencia en la metrópolis, donde formó una familia y dio rienda suelta a su creatividad, le llevaron a enamorarse de una ciudad que sin embargo le vio morir asesinado hace 40 años.
«Él siempre dijo que Nueva York es la mejor ciudad del mundo», decía hace unas semanas Sean Ono Lennon, el hijo de Yoko Ono y John Lennon, durante un evento en el que el icónico Empire State Building rendía homenaje al músico en el que hubiera sido su 80 cumpleaños.
El guardián entre el centeno
Cuando Mark David Chapman mató a Lennon había comenzado a obsesionarse con Holden Caulfield, célebre protagonista de El guardián entre el centeno de J.D. Salinger. Algunos años más tarde, unas horas antes de asesinar al ídolo, salió de su hotel y compró un ejemplar de la novela en el que escribió: “Esta es mi declaración. Holden Caulfield”. Cuando la policía lo detuvo, manifestó: “Estoy seguro de que la mayor parte de mí es Holden Caulfield. La parte pequeña debe de ser el diablo”.
Chapman disparó a John alrededor de las once de la noche, pero había logrado hablar con él frente a su casa a las cinco de la tarde. El músico le firmó una copia del disco Double Fantasy, le dio un apretón de manos y se marchó al estudio de grabación. «En ese momento mi parte buena ganó y quería volver al hotel, pero no podía. Esperé hasta que regresó. Él sabía dónde van los patos en invierno y yo quería saberlo«, explicó poco después haciendo una nueva referencia al personaje creado por Salinger.
Lynda Irish recibió una carta de su amigo Mark David Chapman en septiembre de 1980 que decía: “Me estoy volviendo loco. El guardián entre el centeno”. Es difícil predecir la reacción de un ser humano cuando su cordura estalla en mil pedazos. Algunos desarrollan pequeñas neurosis extrañas y privadas. Otros adoptan rutinas delirantes difícilmente compatibles con cualquier clase de convivencia. Mark David Chapman cometió la más monstruosa de las acciones: le quitó la vida a otro ser humano.
La lista de famosos que quería eliminar
Su víctima fue John Lennon porque era un blanco factible. Había elaborado una lista con personas a las que quería asesinar, entre las que se encontraban Elizabeth Taylor, Marlon Brando, Jacqueline Kennedy o Johnny Carson, pero el hecho de que John viviese en el edificio Dakota, en pleno Upper West Side de Manhattan, lo convertía en el objetivo más asequible. Siempre había sentido cierta animadversión hacia el artista británico. Algunos amigos de la infancia declararon que Chapman lo detestaba por haber dicho que los Beatles eran más grandes que Jesucristo.
Cuando Lennon regresó al hotel, seis horas después de la firma del disco, Chapman se acercó a él y, tímidamente, murmuró: “Mr. Lennon…”. John no se giró. Chapman abrió fuego sobre él, hiriéndole en el hombro izquierdo, el pulmón izquierdo y la arteria subclavia izquierda. Dejó la pistola en el suelo, se sentó, sacó de su bolsillo un ejemplar de El guardián entre el centeno y esperó leyendo a que llegase la policía. Lennon falleció veinticinco minutos después en el hospital St. Luke’s-Roosevelt.
«Woman» dedicado a Yoko Ono fue grabado por John Lennon un mes antes de su asesinato.
https://www.youtube.com/watch?v=l8hjGhZT2cg