Por GONZALO VALLEJO
Exactamente a dos semanas para las elecciones y vemos, con desazón, la escasa base ética y moral de muchos candidatos, como también, la consolidación de la apatía ciudadana. Lo mínimo que se puede exigir a los postulantes a un cargo público y de elección popular, más aún en un sistema democrático, es una buena preparación para ejercer con relativo éxito su labor legislativa. El sistema neoliberal ha distorsionado lo axiológico en muchos de ellos. Para ser un buen político hay que tener una gran vocación de servicio al país y así evitar turbios negocios sólo para beneficio personal. Un buen político debe ser, por lo tanto, un gran humanista y tener el suficiente discernimiento para trabajar con realismo y no prometer lo irrealizable. Deberá optar por la sabiduría y la tenacidad para cimentar un destino promisorio para el país. Su trabajo solamente debe propender al bien común. Cada candidato elegido deberá legislar con actitud de diálogo para no hundirnos en una deformación política más que todo producto de la alienación capitalista por la que estamos atravesando donde la corrupción impera de manera tajante. Voluntad y seriedad son la base para un sólido y eficiente trabajo político.
Elegir es un derecho humano y es nuestro deber acudir a las urnas para que aquellos que sean elegidos por el pueblo trabajen de forma integradora y con absoluta responsabilidad cívica. Ejerzamos nuestro derecho a votar con libertad de conciencia y que la buena política sea modelo de absoluta verdad. La libertad es la virtud más inherente al ser humano y representa más que todo racionalidad. El votante deberá estar muy bien informado y absolver con objetividad las consideraciones culturales y morales de cada candidato. Indefectiblemente hay que renovar la política para no caer a futuro en un populismo que nos podría llevar a un nuevo caos constitucional. Votemos con sano juicio para no ser gobernados por políticos amorales, retrógrados o con un pasado confuso en lo legal. La mínima duda de eticidad es inaceptable y sólo deberá primar lo impoluto. Todo gobierno debe trabajar por una justicia basada en un sistema social igualitario. La única opción para continuar el proceso transformador que necesita nuestro país es acudir a votar. No olvidemos la dictadura donde la única gran vencedora fue la muerte.