por GONZALO VALLEJO LEGARRETA
Poeta de estro esplendente. Definió la poesía española del siglo XX. La muerte le alcanzó joven en una prisión franquista víctima de la terrible dictadura que arrasó la ibero inteligencia con asesinatos tan incomprensibles, tan propios de la estulticia política y humana que cometieron los bárbaros acólitos del innombrable “caudillo”.
Miguel Hernández, como militante comunista, fue un vate absolutamente íntegro y consecuente en su actuar político y lírico, fue el poeta que llevó su condición de campesino como una real y verdadera opción de vida. Poeta socialmente pobre y humilde, como todos los grandes poetas, pero de una inteligencia verbal que le llevó a escribir poemas tan intensos como amores intensos y a ser reconocido en el nimbado mágico y enigmático de la poética por su gran imaginación. Inevitable estas corrientes palabras dedicadas al poeta fantasma que camina por osarios fatídicos buscando aún a su nereida incinerada. Simplemente su nombre vino a mi mente en esta noche naciente. Sentí la soledad de su vida labriega, intuí sus días apacibles escribiendo plateados versos rodeado de áureas flores e indescifrables árboles.
[quote]Miguel Hernández, como militante comunista, fue un vate absolutamente íntegro y consecuente en su actuar político y lírico, fue el poeta que llevó su condición de campesino como una real y verdadera opción de vida.[/quote]
Percibí su lectura de Verlaine y de Cervantes, como inspiradores vitales para desarrollar su inagotable y profundo ingenio lírico. Miguel Hernández vino desde un piélago no terrenal para poetizar con manos implacables una poesía torturada y vedada. Sufrió, porque verdaderamente un gran poeta debe sufrir con lloros silenciosos, en su último tiempo en una gélida cárcel de cielo contaminado, la terrestre tisis que le rescató de esta vida enferma y peregrina como una nonada sumergida en aguas invisibles. Admiró a Neruda, quien gestionó la conmutación de su condena a muerte por un vuelo de pájaros ausentes, a García Lorca, a Rafael Alberti, a Vicente Aleixandre, a César Vallejo, como se admiran a verbos pretéritos y acuosos. Cuando el bardo estaba en prisión pudo darse cuenta que ya caminaba entre muertos, muertos que no sabían de su muerte misérrima, muerte que no consuela siquiera lágrimas de astros silenciados por banderas de Orihuela.
Miguel Hernández caminó por los tortuosos caminos de una dictadura, como fue la dictadura del malévolo “caudillo”, horrenda, negativa, sangrienta, castradora de ideas progresistas y enemiga activa de la libertad de expresión. Así y todo, logró escribir en la epidermis del silencio, remotos e infinitos poemas persistentes hasta esta noche decorada con profanas palabras.