El país está desconfinado en un 97%, etapa de mayores libertades que permite reuniones hasta 40 personas y eventos masivos. Se respiran aires dieciocheros por doquier, que nos avisa que el invierno está llegando a su fin, llegando los colores de la primavera, se encenderán las parrillas en mi casa hermosa de Folker, en la tuya también, se escucharán las cuecas, cumbias, se izarán banderas, el diablo suelto se escapará al puerto con su baile alegre al unísono de un bronce desgarrado.
En épocas pasadas, de techos planos, calles amables, clubes de barrio, canchas de tierra, la banda del litro, la música de Los Bingos, el Pate Cuete, el Rico Rico, la Lambretta, el hilo curao, el mono porfíao, el trompo, el aeropuerto en la playa, los baños Bellavista, la lechería, el matadero, la Plaza del salitre y el Longino. Cuando la semana duraba más de siete días, grandes y chicos iban a las fondas de Balmaceda, a celebrar con juegos populares y la clásica empaná después del último cartón cantado.
En los ochenta, recuerdo las fondas ubicadas en calle Héroes de la Concepción con cuarta sur. Sitio eriazo vasto para la llegada de atracciones mecánicas, también recibía al circo » Las Águilas Humanas». No había por esos años leyes animalistas, por ende, desfilaron en el Glorioso león; monos y elefantes.
Las vísperas del “18”, la madrecita se encalillaba en alguna tienda pirula desde el zapato hasta la blusa. En la escuela «E- 75», la convivencia consistía en un vaso de bebida y una empanada bien helada, como las del estadio a la hora del partido del domingo. La semana iniciaba con la competencia de volantines en el ex Dolores, padres y chicos se esmeraban por conquistar la nube más alta. El infaltable hilo curao, aplacaba nuestros deseos de mantenernos suspensos y no caernos.
La junta de vecinos de la época, muy organizada, se esmeraba por la participación de todos los niños en juegos como sacar las monedas de la harina, la carretilla, la carrera del tres pies, la cuchara con el huevo, la carrera de ensacado, el trompo, la rayuela, baby fútbol, tirar la cuerda y no sé cuantos más, sin celular; sin tecnología, solo nosotros y la vida linda de despertar pensando en ver la carita del vecino de al lado.
El Puerto se viste de fiesta, tal como antaño, los aires dieciocheros están recién comenzando, los cielos esperando a corazón de papel, también un pie de cueca en la Fonda «Los Copihues», el anticucho donde la tía Carmen, jugando a tirar la argolla, botar los tarros y la infaltable lota; cuantos tarros de duraznos se fueron exiliados a mi casa, solo marcando una terna; línea o cartón completo.