septiembre 20, 2024
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Jul

Brayatan Altovicio, el regreso (Enviado especial a Brasil, de regreso)

foto_0000000120131025095109Don Sol:

¡Muy digno! Por decir lo menos de nuestros 23 chilenos que estuvieron a punto de tocar la gloria. Con todas sus letras, la podemos llamar para la historia “La batalla del Mineirao”, esa en donde los bravos de la roja, heridos y maltrechos, dieron una feroz lucha hasta el último segundo de esa epopeya deportiva. Gracias muchachos por ese arrojo que por culpa de un palo no se transformó en leyenda.

Pero Don Sol, también hay miles de héroes anónimos. Esos que cruzamos desiertos, montañas y selvas para estar junto a nuestra selección. Esos, que hace casi un mes no sabemos de una cama, ni de un plato de cazuela, de un “terremoto” en El Democrático, y menos un shop con pishula en el Chache. Con ni un peso, o real, estamos viendo cómo regresamos a Hospiwod junto al Larry, que más que una compañía y apoyo con su emprendimiento de bufandas, se transformó en una pesadilla.

Ya recordará usted ese nefasto episodio en que fue deportado junto a la “marea jugosa” del Maracaná, su affaire con un negro de este porte en Cuyabá, y ahora se las dio de “Luisito”. Sí, leyó bien, de “LUISITO”. En su condición de ilegal, prófugo, indocumentado y clandestino, se le ocurrió ir a meterse a una favela en Río de Janeiro, y no tuvo otra que decir que era primo del delantero charrúa y que mordía tan fuerte como el díscolo goleador. Pobres negritos, terminaron con varias partes íntimas con la placa del este afeminado chuñento. Otra vez llegó todo machucado y yo con mi corazón de abuelita nuevamente lo perdoné, y lo llevo de vuelta a Chile.

Mientras preparábamos el viaje, apareció en una lujosa motor home el negro Reztarán, el mismo de los copagos y cuanto chamullo hay para hacerse millonarios a costa de los atribulados padres que quieren que sus hijos vayan a estudiar a aulas decentes, pero de alto costo. Como un rayo apareció la palabra lucro al ver el ostentoso vehículo, que antiguamente conocíamos como casa rodante. Al ojo, me di cuenta que tenía conexión satelital, aire acondicionado, agua caliente, tele a color, jacuzzi y todo lo más pulento que se pueda imaginar. El Larry, hocicona como siempre, dijo que ese camión era solo la punta del iceberg de los once mil millones de pesos, libres de polvo y paja, que han ganado los sostenedores de mi nortina región con el negocio de la educación. ¡Qué sabe este fleto de escuelas!

Don Sol, ya regresamos, por ahí mismo donde nos vinimos, pero sin escala. Vamos de vuelta a Cuyabá, para luego enfilar a la triple frontera, y con suerte encontrarnos con Bibencio Gamarra, el camionero paraguayo que nos dio un aventón cuando aún soñábamos con ser campeones mundiales.

Nos vemos en Iquihatan u Hospiwood.

Brayatan Altovicio
Reportero sin credencial en el Mundial

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