Bajo la atenta mirada de su dueño Alfonso Dastres y su hijo Benjamín (el Benja), además de los parroquianos y parroquianas se celebró el 47 aniversario desde que el Bar Curupucho abrió sus puertas a los iquiqueños. Eso fue a fines de mayo del año 1976, cuando Alfonso apoyado por su familia dio el puntapié inicial para convertirse en un lugar y un rincón icónico de Iquique Glorioso.
La tradicional picada de Aníbal Pinto 751, al lado de la Prefectura, es uno de los pocos bares que sobrevivió a la crisis económica originada por la pandemia que obligó a los locales permanecer cerrados por casi un año y medio.
El Bar Curupucho, tras el cierre de bares emblemáticos como El Genovés, Chache Schop y el cambio de giro de El Democrático se ha convertido más allá de un bar, en un centro cultural donde agrupaciones locales realizan sus presentaciones y exhibiciones artísticas.
En sus paredes está la historia pampina de la zona, fotos de ese Iquique antiguo, incluso imágenes únicas, como del incendio que afectó al centro de Iquique durante la administración peruana del territorio.
Quizás lo más llamativo es una maqueta de cómo era la Escuela Santa María en la época de matanza obrera, ocurrida el 21 de diciembre de 1907.
Por su barra desfilan parroquianas y parroquianos de diferentes tipos de actividades: pescadores, patrones de pesca, poetas, comunicadores, músicos, artesanos, vecinos y vecinas, profesoras, fotógrafos, ex prisioneros políticos, ilustradores, empresarios dueños de pizzería, actores y actrices, entre otros.
Además, está colgado en una pared el listado de tragos que data de 1976, donde destaca el “Diente de Tiburón” que deja hablando a quien los prueba en perfecto jerigoncio.