Por CYNTHIA LINEROS ALDAY
Por estas fechas es cuando más extraño a mi lejano Iquique y yo sé por qué es. Es porque extraño la navidad iquiqueña, esa de los nacimientos monumentales que uno puede ver a través de los visillos de las ventanas de las casas de calles como Bulnes, Juan Martínez o de O’Higgins, la iluminación de las calles del centro, con guirnaldas de pequeñas ampolletas iluminando con húmedos destellos el quehacer nocturno de la ciudad, o ese cierre de la calle Vivar (¿todavía se hará?) pocos días antes del 24…
Pero tengo otro recuerdo, el más añorado, el más extrañado, aquel que hace a la navidad iquiqueña la más hermosa y singularmente alegre: ese sonar de los megáfonos haciendo estruendosos “jo,jo,jo” y miles de campanillas o pitar de autos y camiones, todos al mismo tiempo haciendo un gran bochinche, vivir en pleno centro y salir de la casa corriendo con toda la familia para ver ¿qué carrito vendrá ahora? y rescatar alguna pastilla que tiran los pascueros caramboleados que andan arriba del carro todo el día por todos los sectores de la ciudad, repartiendo los regalos para sus hijos y todos los hijos de la institución o empresa que este represente, y si no tiran dulces todos gritar lo que dicta la tradición: ¡¡PASCUERO CAGAO!!
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Una respuesta
Soy extranjero. Resido en Iquique hace años y me encanta ésta tradición.
Participé en carritos en varias oportunidades.
Es una hermosa experiencia.
Feñaño lo resume súper bien aquí:
http://youtu.be/AfEunxbLKyA