GASTON SARAVIA
Con una solución que nadie entendió y que tampoco los involucrados se esmeraron en explicarla, terminó la noche del domingo el paro de cuatro días de los trabajadores de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), que dejó en tierra a centenares de pasajeros en los aeropuertos de Chilito.
Cuando se anunció el fin de la huelga, en horas de la tarde del domingo, el caperuzo de los trabajadores de la DGAC, José Pérez, buscó todas las ramas posibles para salir bien parado, porque en concreto no hay ninguna solución a las demandas previsionales de quienes hacen el trabajo estratégico de la actividad aeronáutica.
Los funcionarios -meteorólogos, expertos en seguridad, despachadores, controladores aéreos, entre otros- pitean porque desde la década de los ’80 les cambiaron la previsión que tenían en Capredena, donde cotizan los miembros de las Fuerzas Armadas, para pasarlos a una vulgar AFP, donde les imponen por sólo el 50 por ciento de sus sueldos.
Los trabajadores de Aeronáutica son civiles, pero dependen de la Fuerza Aérea de Chile y tienen el mismo rango de remuneraciones de las Fuerzas Armadas. Alegan que con el cambio quienes jubilen no van a recibir más de 200 lucas, aunque hayan trabajado más de 40 años.
Pérez eludió entrar en detalles sobre la solución del conflicto, porque habría quedado clarito que el paro era más inútil que bocina de avión o cenicero de moto. El ministro de Defensa, José Antonio Gómez, tampoco aportó mucho sobre los detalles del “happy end”, aunque aclaró que el regreso de los trabajadores de la DGAC a Capredena “es imposible”.
Así las cosas, lo más posible es que Gómez –mandado a hacer para hacer promesas- les haya ofrecido un bono, un subsidio o cualquier billete que calme a los indignados aeronáuticos. Hay que recordar que Gómez, en su calidad de ministro de Justicia, fue el autor intelectual del paro de 39 días de los funcionarios del Registro Civil, porque en 2014 ofreció un bono “extra” a los trabajadores, sin que se lo pidieran ni lo apretaran, y la oferta nunca su cumplió.
El ministro, que confesó que no ha dormido más de tres horas en los últimos cuatro días y que anda tomando Imecol, tuvo que recurrir a la Fach para arreglar el numerito y colocar personal militar en los aeropuertos. También consiguió que aviones de la institución aérea trasladaran desde Isla de Pascua a Santiago a centenares de viajeros –entre ellos cabros espinilludos que andaban en gira de estudio- y que habían quedado varados en el Ombligo del Mundo.
Lo mismo está pasando con chilenitos que viven en regiones extremas, como Balmaceda, Coyhaique y Chile Chico, quienes debían regresar a sus hogares o viajar a la capital por razones de salud.
Lo bueno el cuento es que el paro de la actividad aeronáutica, que estaba causando un tremendo desprestigio internacional, ya no corre, vuelve la normalidad y ya no existe el fantasma de una paralización indefinida que habría afectado a Navidad y Año Nuevo.