octubre 6, 2024
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14

Nov

Construcción cultural de la feminidad “Candy en el Reggaetón”

VERÓNICA ALEJANDRA LIZANA MUÑOZ
“Hay un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre; y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer.” (Pitágoras)

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Según “los Chicos Caramelo”, Candy “es dulce, pero está loquita”. Aunque su familia quisiera “frenarla, verla casada o que termine la escuela”. Ella prefiere las fiestas todos los fines de semana; quiere pasarlo bien con sus “amigos”; o sólo piensa en entretenerse y divertirse fuera de su casa. De modo que “la chamaquita con cara de nenita” es desenfrenada, aventurera, desinteresada por el matrimonio y por la educación. Es decir, ha desertado del colegio y su vida gira alrededor de la búsqueda de parejas sexuales.

Asimismo, Candy tiene la fantasía que es elegante, pero “cambia más de novio que de panty”. Es decir, “le gusta el sexo en exceso y le gusta volverse loca en el proceso”. Y si solicita besos o actitudes cariñosas al inicio del acto sexual. Se irrita cuando su amante es demasiado romántico durante el mismo. Según “los comentarios”, ella “se mantiene invicta y gana por knock out”. Por lo que “deja fuera de combate”, sin conocimiento y sin posibilidad de seguir peleando al otro contendiente. O “pide que la empujen, que le desordenen el pelo, que la condenen o encadenen a la cama”. Entonces, “todos quieren probarla porque dicen que es caliente”. Donde basta “una cerveza para entrar en ambiente” o para despertar sus emociones y deseos. Es interesante observar que la ilusión consiste en que ella es una máquina sexual, un cuerpo ofrecido al goce masculino, una carne salvaje e insaciable… que es deseada en un presente relativo y despreciada como proyecto de futuro.

Además, Candy es astuta y calculadora porque “se hace la boba cuando le conviene”. Es aprovechadora e interesada porque sabe a quién pedirle dinero cuando lo necesita. “Le va o le viene” cuando la han querido seriamente y es indiferente cuando las personas “le sacan el expediente”. No tiene amigas porque “dice: maldita la mujer que en otra confía, por eso se rodea de amiguitos todos los días”. De modo que ella tiene “mala fama”, es indolente ante los comentarios del vecindario y está relegada a la soledad. Por consiguiente, se dedica al cultivo de las prácticas amatorias porque “sabe lo que le conviene”. Es decir, recibe beneficios simbólicos o saca provecho económico del mundo masculino por su esclavitud y servidumbre sexual.

Según los medios de comunicación, este video-musical tiene una amplia difusión en Estados Unidos y América Latina. Si bien, escuchar “una dulce fiesta de sensualidad” no cambiará nuestras vidas. Como profesora recomiendo conversar con nuestros estudiantes acerca de las expectativas y aspiraciones que generan estas canciones. O incluir en nuestras clases Grupos de Reflexión, donde analicemos los significados y sentidos de sus letras. Por ejemplo: ¿Por qué Candy no tiene voz-propia o un habla-protagónica durante el video? ¿Por qué es enviada, deseada y despreciada simultáneamente por las personas? ¿Cómo se presenta el cuerpo, sexo y sexualidad femenina? ¿Cuáles son los cánones de belleza que promueve? ¿Qué se espera de la voluptuosidad y del erotismo de las mujeres? ¿Cuáles son los proyectos de futuro que despiertan en los niños, niñas y jóvenes?

En tal sentido, Simone de Beauvoir (Tomo I. 1989: 17) plantea “negarse a ser el Otro, negar la complicidad con los hombres sería para las mujeres renunciar a todas las ventajas que les confiere la alianza con la casta superior. El hombre-soberano protegerá materialmente a la mujer-vasallo, y se encargará de justificar su existencia; junto con el riesgo económico, la mujer esquiva el riesgo metafísico de una libertad que debe inventar sus propios fines sin ayuda”. Ahora bien, si la pretensión ética exige que los seres humanos nos re-afirmemos como “sujetos”, en tanto, somos reconocidos y valorados en espacios de libertad. La construcción cultural de la diferencia sexual genera complicidades entre “sujetos y no-sujetos”. Quienes “constituyen al Otro/a en un producto, cosa u objeto”, cuando obstaculizan su realización-trascendencia en el mundo de la vida. Por lo que el/la Otro/a, -mujer, homosexual, indígena, pobre, ignorante, anormal-, “frustrado/a de todo valor” evita la angustia de una existencia auténticamente asumida huyendo de sí mismo/a. O esquiva la tensión de tomar decisiones respondiendo pasivamente a voluntades ajenas.

Por tanto, Candy como representación simbólica de la condición femenina tiene la fantasía de justificar su existencia mediante acciones de autonomía. O tiene la ilusión de trascenderse a sí misma a través de prácticas de libertad. Donde la paradoja consiste que ella como “producto comercial” queda consagrada a la artificiosidad; como “objeto sexual” queda condenada a la inmanencia; y como “cosa devaluada” está supeditada a “una conciencia masculina esencial y soberana”. La que posiciona a “la hembra” en la naturaleza, situándola en las raíces de su cuerpo, en los límites de su sexo y en los principios de su sexualidad. Por ello, no es extraño que Candy personifique a las muñecas “de los Chicos de Caramelo”, ni que luzca pelucas de colores, maquillajes sobrecargados, pestañas postizas e implantes de silicona. Porque es esperable que “las hembras” sean “dulces, serviles, inertes, pacientes, astutas, mudas o estúpidas” ante las exigencias sensuales y sexuales de los machos. Porque es normal que las mujeres se asuman como “carne”… “La que se tira a la parrilla” como “materia complaciente, sensible, lúbrica, lujuriosa, voluptuosa, feroz o humillada” ante los ojos de sí misma.

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