JOSE CANCINO
El pasado verano fui a visitar mi amiga Pilar Balaguer, que un día agarró sus cachivaches y dejó el Norte para ir a vivir a Putú, cerquita de Constitución. Estando allí no pude resistir las ganas de visitar la estación de ferrocarril, único ramal que sobrevive a la podadora que pasó la Dictadura a los Ferrocarriles del Estado.
Constitución mantiene ese mismo ambiente pueblerino que viví en mis años de niñez, con calles angostas, con muchos árboles y el centinela eterno que es el cerro Mutrún. Pero lo más importante para mí es su estación, un poco abandonada y con menos vías que hace 30 años. Solo hay cuatros viajes diarios que se realizan en Buscarriles fabricados en Alemania en 1960.
Don Manuel, vigilante de la estación, relata cómo cuesta mantener el tren y la importancia que tiene para el patrimonio de Constitución. “Antes llegaban muchos trenes, hasta de carga que seguían por una línea que los llevaba a la Celco”, recuerda Manuel.
“Este ramal está peligrando. Si después del terremoto de febrero del 2010 no tenían intenciones de reabrirlo. Pero acá la gente se puso en la colorás y volvió en buscarril”.
El sismo del 27/F marcó a los habitantes de Constitución ya que cada palabra o cometario llega al tema.
“Mire esas antiguas bodega ¿Se fija en el techo? Hasta ahí llegó el agua ese día del tsunami”, me comenta Manuel e indica a la distancia un viejo galpón en el recinto de la estación.
La conversación se termina, Manuel, debe recibir el Buscarrill que viene entrando a la estación.
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La conversación se termina, Manuel, debe recibir el Buscarrill que viene entrando a la estación.