El rol de las instituciones es esencial en la protección del medio ambiente. Pero ¿hasta qué punto se están involucrando?
Actualmente existen numerosas compañías que se están movilizando y convirtiendo en agentes de cambio, transformando sus modelos de negocio para ser capaces de generar valor agregado, gracias a que ponen la sostenibilidad en el centro. Y es que el papel que juegan las organizaciones es fundamental para contribuir en el cuidado del entorno.
Sobre este tema, el experto en medio ambiente y fundador de Beeok, Cristián Bustos, sostiene que “¡SÍ! Las empresas pueden marcar la diferencia y hay muchísimas grandes, medianas y pequeñas que ya lo hacen y no han esperado a que los organismos internacionales o los políticos y legisladores se organicen”.
Bustos entrega algunos ejemplos y explica por qué estas instituciones están dejando una huella que se debe seguir.
Chipotle: empresa norteamericana de comida rápida que se decidió a romper el modelo tradicional al estilo McDonald’s o Burger King, haciendo sus burritos, fajitas y otros productos con pollo y cerdo 100% naturales y con crianza libre. El resultado es de 60% menos de emisiones de CO2 equivalente y una alta rentabilidad.
Unilever: holding internacional en donde su CEO, hace 15 años aproximadamente, quedó impactado luego de leer en sus vacaciones el informe del panel intergubernamental de cambio climático de la época. Él entendió el proceso de transformación climática que está experimentando nuestro planeta y cómo eso impacta en las operaciones de Unilever. Esto dio pie a un proceso de transformación de la empresa hacia la sostenibilidad, desafiando a su equipo a duplicar las ventas, pero reduciendo sus emisiones. E incluso plantea el objetivo de desechos cero en algunas operaciones.
Tesla: famosa organización fundada por el no menos célebre Elon Musk. Se propusieron resucitar el fracaso de General Electric con el desarrollo del auto eléctrico y lo hicieron con objetivo de descarbonizar el transporte y demostrarle al mundo que es posible la electromovilidad.
Natura: compañía brasileña de cosmética que se propuso que un tercio de sus ingredientes vendrían de fuentes sustentables del Amazonas. Además de reducir el impacto ambiental, tanto en la formulación como en el envasado de sus productos.
Algramo: emprendimiento hecho por un grupo de jóvenes, quienes decidieron que había que eliminar el impuesto a la pobreza, lo que significaba que en las pequeñas poblaciones la gente tuviera que pagar el doble o el triple por insumos tan simples como el azúcar, las legumbres y los detergentes. Para esto idearon un sistema de venta fraccionada, reduciendo la huella de carbono y ambiental.
NOTCo: con una mayonesa hecha solamente con productos vegetales, lograron interesar al dueño de Amazon para invertir en el proyecto. Mientras alimentaban al creciente mercado de consumidores veganos y vegetarianos, lograban una relevante reducción en las emisiones de carbono y el consumo de agua.
¿Qué tienen en común estas experiencias?
Según Cristián Bustos, uno de los rasgos que se repite en cada una de estas historias es el liderazgo. Una o dos personas tomaron la decisión de trazar un camino diferente y poner la sostenibilidad en el centro del negocio.
“Otro elemento que se encuentra en estos casos de éxito es la innovación disruptiva. Ninguno optó por pintar o maquillar el producto o proceso de verde. Ellos decidieron tener un impacto social positivo y/o reducir sus emisiones, transformando el corazón del negocio”, añade.
En ese sentido, en estas empresas el propósito estaba muy claro. Estaban dispuestos a explorar y pensar fuera de la caja, más allá de límites conocidos; dejaron de imitar a la competencia, colocando la sostenibilidad en la primera línea del negocio.
“En estos ejemplos está presente la búsqueda por establecer un nuevo contrato social, y cada iniciativa conlleva responsabilidad, transparencia y colaboración. Existe un genuino deseo por construir reputación corporativa real, sólida y de largo plazo”, finaliza Bustos.