@plumaiquiqueña
Esta es una semana de claroscuros y reflexiones. Hogares donde afloran las memorias del pasado, el intercambio de regalos en Navidad, las tristezas por las derrotas y los buenos deseos para el nuevo futuro del país. Dos caras de la moneda, como la luna. Aún retumba en mis oídos, escuchar a una señora decir en el centro de votación, hoy nos jugamos la vida chilenos y chilenas, emulando a la huelga de los 18 peniques de 114 años atrás. Un 21 de diciembre de 1907, fueron asesinados cientos de trabajadores del salitre de diversas nacionalidades que se encontraban en huelga general, mientras alojaban en la Escuela Domingo Santa María del puerto de Iquique. La huelga, provocada por las míseras condiciones de trabajo y explotación de los trabajadores, fue reprimida por medio del indiscriminado uso de la fuerza armada por parte del gobierno del presidente Pedro Montt. Los sobrevivientes de la matanza con posterioridad fueron llevados a sablazos hasta el Club Hípico, y desde allí a la pampa, donde se les impuso un régimen del terror. Otros como mi bisabuelo Miguel López Lorca se arropó entre los fallecidos para protegerse de las balas, de la muerte, del ruin opresor.
Este año 2021, el país en su totalidad ha vuelto a la normalidad, sin embargo, el pavor sigue latente en el universo sensorial como también la reacción euforica en centros comerciales y supermercados por el despiadado consumismo. El presente año se abrieron las fronteras, se poblaron las alamedas, se celebraron licenciaturas y el libre ejercicio de votar en democracia. Sumado al avance extraordinario en el contexto sanitario.
La inercia de las costumbres nos ata a los ausentes y en esta Navidad muchos de ellos extrañaran en demasía a los que partieron. Cuántos hijos perdieron a sus padres, cuántos padres perdieron a sus hijos. Al igual que Dostoievski, Camus opina que no hay nada sobre la tierra más importante que el sufrimiento de un niño, y por dios, que razón tenías maestro.
Gloria Valdes, Siboney Lo , Baldramina Flores y Alberto Carrizo por nombrar algunos, forman parte del memorial colectivo iquiqueño , tan nuestro e imposible de olvidar. Innegable presencia en la comunidad barrial que se escucha con las voces celestiales de Campanita y Chiricaco.
Duele en estas fechas sentir su ausencia, vivir la crudeza que ese regalo de navidad no tendrá destinatario. Tanta alegría desbordada en carros alegóricos, bronces y viejos pascueros, versus tantas lágrimas feroces que domesticar.
Tal vez por eso, Dickens narró en su Canción de Navidad el encuentro del protagonista con los espectros de su pasado. A lo largo de una noche, lo cercan las sombras de sus padres, su hermana pequeña, una novia desaparecida, amigos de quienes se distanció. Las páginas de este clásico son una invitación a ponernos al día con la oscuridad, ya que los muertos no vuelven para asustar o atormentar, sino para encauzar las vidas de los vivos y valorar los inolvidables momentos con las personas que uno ama.
Ya lo señalaba Albert Camus, «La grandeza del ser humano reside en su capacidad de amar, no en su ambición personal».