Para la Concertación Soria podría haber sido esquivo, desordenado y audaz políticamente, pero nunca se le perdonó que un caluroso día de diciembre del 2005, mientras los iquiqueños vivían intensamente las festividades de fin año, haya dado una conferencia de prensa en un café del paseo Baquedano, anunciando que en la segunda vuelta presidencial apoyaría a Sebastián Piñera.
“Conversé casi ocho horas con Michelle y sus asesores, luego con Sebastián (Piñera), y él fue el único que se comprometió con Iquique, a abrirnos el hito 52, elegir a los consejeros regionales y terminar la ruta Huara Colchane”, explicaba un Soria ufano y rodeado de banderas de la UDI, que ondeaba a su lado activistas de derecha.
Días después en acto en el Teatro Municipal la imagen de Soria y Piñera sonriente contrastó con lo que sucedía fuera del recinto. Funcionarios de la Concertación apoyados por algunos dirigentes gremiales, protagonizaron una gresca difícil de olvidar.
“Yo defiendo los intereses de Chile y eso está reflejado en los intereses del pueblo de Iquique. Yo no tengo nada contra Ricardo Lagos, no tengo nada contra nadie. Yo soy un hombre libre, tengo derecho a pensar y defender a mi pueblo. Me he jugado la vida, no soy senador, diputado ni candidato a la presidencia y podría ser las tres cosas”, dijo esa noche Soria en una entrevista a Monserrat Alvarez en TVN.
En fin, Piñera perdió y todo el mundo se fue de vacaciones. En marzo se inició lo que podríamos llamar, venganza del oficialismo. Varias denuncias existían en contra de Jorge Soria, pero ninguna llegó a su fin, estaban ahí en los anaqueles de los antiguos tribunales de Sotomayor, muy dormidas.