NELSON MONCADA I.*
A temprana hora de la mañana, en mi vehículo busco infructuosamente estacionarme en el sector céntrico de la ciudad para realizar unos trámites en diversas instituciones. Después de varias vueltas decido hacerlo en el subterráneo de la Plaza Prat. Entre más tiempo me toman las infaltables filas o las colas, más debo pagar a la sociedad administradora por este aparcamiento.
Pero ojo, no es el único lugar donde tengo que trasladarme en vehículo particular para cumplir obligadamente algunos trámites en razón de mis responsabilidades sociales. No lo hago en un taxi colectivo, porque no existen líneas de recorridos oficiales y uno como peatón debe estar a la espera de tener un poco de suerte en que un colectivo se dirija cerca del lugar del destino final, en este caso, de los trámites a realizar. Lo mismo ocurre cuando uno quiere regresar, hay que armarse de paciencia y un taxi colectivo tenga interés por ganarse un noble pasajero.
Esta vivencia es un duro golpe al ciudadano común, en particular al de nuestra ciudad, en realidad se hace vivo el viejo refrán “palos porque bogas y palos porque no bogas”. Mejor dicho, importa un rábano la persona. Ciertamente en esta lógica de nada sirve el tiempo del ser humano, el cual es uno de mayores valores de la existencia del homo sapiens. Así tenemos que el ciudadano común, por sus condiciones socio-económicas es considerado como un número en el frío mundo del libre mercado. Perversamente en la economía capitalista por añadidura se retrata al igual y semejanza de un objeto desechable como una mercadería que no tiene garantía alguna.
En concordancia con esta experiencia, Iquique lucha por ser considerada una de las regiones más visitadas por turistas y por consiguiente una “urbe turística”. Alguna vez más de alguien o autoridad le puso el sello de la “Ciudad de los Negocios” por la Zofri, el puerto y por su conectividad comercial con el ASIA. Un conjunto de planes pasan de gobierno en gobierno. Los políticos se pelean el liderazgo por la titularidad del crecimiento explosivo de su población. Las nuevas generaciones viven en edificios de mayor altura y el casco antigüo queda solamente para el recuerdo de los viejos como yo; románticos del pasado glorioso.
Por desgracia nos encontramos frente a esta triste situación, donde, la tercera edad y adultos mayores, sufren más y padecen el sufrimiento de no contar con un transporte público ordenado y debidamente regularizado. Nos aflige y no es cuestión de metafísica. Si verdaderamente queremos ser una ciudad turística, ya es hora que comencemos por la locomoción de los taxis colectivos.
Muchas personas han hablado criticando este grave problema del transporte público, otras tantas han gritado a los cuatro vientos sus quejas, sin embargo, pasa el tiempo y nadie se hace cargo de la problemática, partiendo del Ministerio de Transporte en nuestra región.
Al concluir esta copia de mis pensamientos, los dictados de mi conciencia y los sentimientos de mi corazón, debo afirmar que no todos quienes trabajan en este sector son indolentes, despreocupados y que trabajan según su propia conveniencia, eclipsando el sistema de libre circulación. Sí amigos y amigas, existen conductores muy decentes, empáticos y conscientes de su responsabilidad al mando de un volante. Hay que mejorar la planificación vial teniendo en cuenta que nuestra ciudad tiene un constante crecimiento poblacional. Además, considerar que sus calles del centro antigüo no se proyectaron para un parque automotriz de miles de vehículos. Hay que dar un paso adelante para desmotivar el uso del automóvil particular, teniendo presente, lo que es primero se hace primero…
*Nelson C. Mondaca Ijalba
nmonijalba@gmail.com