Todavía en mi memoria están frescos aquellos recuerdos del 11 de septiembre de 1973, donde comenzó los horrores de una dictadura militar, acompañada de civiles que en su mayoría se encuentra en la derecha o centro derecha, como ellos se autodenominan.
El 11 de septiembre trabajaba en la oficina de flota de la pesquera Tarapacá, donde laborábamos alrededor de mil 500 personas y esta empresa dependiente de Corfo producía harina y conserva de pescado.
Como a las 9:00 horas del 11 de septiembre, nos comenzamos a enterar que las Fuerzas Armadas y de Orden iban a realizar un golpe al gobierno de Salvador Allende quien había sido elegido democráticamente el 4 de septiembre de 1970.
En esa época las comunicaciones no eran tan expeditas como hoy, pero como en esta oficina existía una radio con una antena de cerca de 50 metros de altura para estar comunicados con las embarcaciones pesqueras, por ahí nos enteramos de lo que estaba sucediendo en el país.
Junto al radio operador Marco Millas, se encontraba el jefe del departamento de redes, Mardones y otras personas más escuchando lo que pasaba, pero todos a pesar de las diferencias políticas que teníamos estábamos intranquilos de lo que estaba ocurriendo, así que salí a tomar aire alrededor de las 11:00 horas, cuando llegan varios camiones del Regimiento Lynch, que estaba ubicado en la isla Serrano, con efectivos en tenida de combate y metralleta en mano.
Ante lo que estaba ocurriendo me quedé en el mismo lugar, cuando frente a mí se detiene uno de los camiones y se bajan los milicos apresuradamente, mientras me conminaban a acercarme a ellos con palabras de grueso calibre, que a pesar que no conocían a mi madre me la enrostraban a cada rato, así que me acerqué al camión con las manos apoyadas en la nuca y dos militares, donde uno me puso el cañón de la metralleta en el pecho y el otro en la espalda, con los ojos casi desorbitados me preguntaban a grito que donde se encontraba la caldera, así que les indicaba con uno de mis dedos de la mano izquierda sobre mi cabeza donde estaba, por lo que todos corrieron hacía ese lugar, mientras que el que se encontraba detrás se quedó conmigo y me hizo entrar a la oficina, claro que con las manos arriba y siempre apuntándome a la espalda, claro que el lenguaje bajó de grado y lo llevé solo a la oficina del secretario del jefe de flota, Rubén Carpio quien saltaba de alegría por lo que estaba ocurriendo, mientras que el jefe de oficina, Rigoberto Postigo, quien a pesar que militaba en el Partido Nacional (de la derecha), y acérrimo opositor al Presidente Salvador Allende, en ese momento y en los días posteriores se mostró contrario al golpe militar y fue el quien sabiendo mi posición política, se portó como un demócrata.
A los tres, nos sacaron con las manos en alto hasta el sector de la puerta del puerto, o sea, hasta donde se encuentra la Gobernación Marítima, mientras a otros compañeros los golpearon y los subieron a los camiones y se los llevaron detenidos.
Ese cuadro que presencié y viví, no lo voy a olvidar nunca y jamás se lo he contado a mi familia, me deprime y me emociona, porque desde ese momento fueron sacados de sus trabajos, escuelas, y casas muchos amigos y conocidos con paradero desconocido, incluso, mi hermano mayor fue sacado el 26 de diciembre de 1973 desde su trabajo, la Dirección de Obras Sanitarias (DOS), con la presencia de varios integrantes de la Dina, y donde iba Roberto Fuentes, quien vivía cerca de nosotros y nos conocía, el cual fue reconocido como uno de los atroces torturadores, cosa que mi a hermano lo llevaron hasta el regimiento Telecomunicaciones y luego a Pisagua. Fuimos maltratados, vejados y hasta nos trataron de delincuentes, y terroristas
Por haber trabajado en un proyecto de igualdad para los pobres, que todavía lo sigo siendo, muchos amigos y conocidos que caminamos por las mismas avenidas para mejorar la calidad de vida de todos los humildes de este país, fuimos maltratados, vejados y hasta nos trataron de delincuentes, y terroristas, siendo que las fuerzas armadas y de orden, más civiles que muchos de ellos forman parte de este gobierno, tratan de limpiar su imagen de demócratas y nos quieren dar lecciones, cuando ellos fueron los que llamaron a que se produjera un golpe de Estado, para luego privatizar las empresa a precios irrisorios.
Muchos se enriquecieron a costa de violentar los derechos fundamentales del ser humano, como la tortura, hacer desaparecer y tantas atrocidades, dormirán con su conciencia tranquila, creo que sí, porque son bestias que solo les interesa que aumenten sus cuentas bancarias.
Nota: Este artículo escrito por Edgardo Barría (Q.E.P.D.), fue publicado originalmente en el año 2013, cuando se cumplieron 40 años del golpe cívico militar.