enero 20, 2025
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15

Mar

“El Niño llorón” | @plumaiquiqueña

@plumaiquiqueña

Cuenta la leyenda que el pintor italiano Bruno Amadio retrató el rostro de un niño en un orfanato de España. Dicho lugar se quemó y el alma del niño fallecido tomó posesión de la pintura.

Esta copia llegó a Chile entre la década de los 70 y 80 multiplicada por miles, era sin lugar a duda el cuadro de moda. Nadie estuvo ajeno a la existencia y mito diabólico detrás de ese triste niño. Se comentaba entre pasillos, que este pintor hizo un pacto con el diablo y saben, puede ser cierto.

A principios de los 80; mi papá llegó con ese cuadro a casa. Todos los integrantes de la familia éramos ignorantes acerca de la leyenda del niño llorón. Inspiraba ternura su carita triste y hasta un dejo de lástima evocaba.

¡En fin!  pasaron semanas, meses y una serie de sucesos extraños fueron repitiéndose cada vez más seguido. Me explico, era muy común que a mi hermano pequeño le pasaran accidentes; caídas; picaduras de insectos; golpes en la cabeza o riesgos con la corriente. Siempre estaba al borde del peligro y mi pobre madrecita extenuada, agotada de las idas y venidas del pequeño. A eso se sumaron otros factores como la cesantía de papá y las constantes discusiones sin asunto en la hora de almuerzo o cena.

En lo que respecta a mí ¡Uf!  Es el primer villano o enemigo fuera de serie que tuve a esos cortos años. Todas las noches me levantaba para ir al baño. El niño llorón estaba situado en el pasillo de mi casa, por Dios, cruzar ese tramo de mi pieza al baño era un suplicio; casi un calvario. Iba sigilosa, en puntitas; sin mirar a esos ojos azules hipnotizadores. Sudaba entera; pero afortunadamente llegaba a mi objetivo y nuevamente me concentraba para el regreso.  Esta odisea la repetía todas las noches y más que miedo, sentía pánico por ese malhechor.

Al cuadro lo cambiaron de lugar debido a mis constantes miedos nocturnos. Lo trasladaron al comedor; pésima decisión, mi malestar se agudizaba con la llegada de mi plato preferido “Pollo asado con arroz”, quería comer tranquila, pero era inevitable no intimidarme por su mirada triste.  Fue una tortura convivir con en ese cuadro colgado en la pared. Los hechos curiosos siguieron su curso reiterativo.

En mi familia circulaba un clima tóxico y muy hostil. Unas vecinas le relataron la historia demonizada del niño y mi madre con absoluta vehemencia decidió quemar el cuadro en los roqueríos para poner fin a este tren de mala suerte.

Recuerdo observar desde mi balcón las llamas ardientes emanadas del cuadro maldito. Luego supe que rezaron el padre nuestro, el ave maría y el credo para santiguarse y eliminar todo resquicio de magia negra.

Pasaron los años y no sé sí es coincidencia, pero mi papá encontró trabajo; mermaron las peleas y a mi hermano no le pasaron más situaciones extrañas.

Con los años la maldición del niño llorón se fue propagando y la quemazón se convirtió en un acto casi comunitario.

La única certeza que tengo el día de hoy es mirar nuevamente una fotografía del niño llorón. Y pasó lo increíble, por casualidad la foto la invertí y mi sorpresa fue tal, vi una horrible piraña comiéndose al niño.

A más de 30 años, es difícil ignorar a este niñito con carita triste; especialmente sus ojos azules y profundos. Muchos sostienen que detrás del cuadro; existió un fin comercial y publicitario; otros creen fehacientemente en su origen demoníaco. Desde mi juicio subjetivo; sostengo que sentí miedo; mucho miedo por su enigmática mirada e historia tan nebulosa. Mito o realidad, juzgue usted.

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