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El Papa Juan Pablo II, en marzo de 1983, en una gira por Centroamérica humilló al sacerdote Ernesto Cardenal al no dejar, que el entonces ministro de cultura de Nicaragua, le besara la mano: “Antes tiene que reconciliarse con la Iglesia”, le dijo un severo Papa anticomunista. Cardenal se alejó de la iglesia, obligado por la suspensión que le hizo el Vaticano, medida que el 2018 le fue levantada. El pecado de Cardenal; participar activamente en la revolución nicaragüense que sacó del poder al dictador Anastasio Somoza y su familia. El 1978 llegó al gobierno de la mano del líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional, Daniel Ortega. Pero, Cardenal fiel a su defensa de los débiles se alejó de Ortega, cuando éste radicalizó su gobierno. Incluso lo criticó: “El mundo debe saber lo que pasa en Nicaragua. Daniel Ortega y su mujer, la vicepresidenta Rosario Murillo, son dueños absolutos de todo el país. Hemos tenido masacre, prisioneros, secuestros, torturas. Exigimos que cese inmediatamente esta represión”. El cura centroamericano cercano a la gente, y lejano a la elite de ese país, con su poesía también pasó las fronteras de Nicaragua. Una de sus obras más conocidas “Al perderte”, adornó libros, esquelas y poster en los difíciles años 80.

