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18

Ago

Hace 85 años | Federico García Lorca asesinado a manos de las autoridades franquistas por «socialista», «masón» y «homosexual»

Federico García Lorca (Granada, 5 de junio de 1898) fue, sin duda, uno de los poetas más representativos de la poesía y del teatro español del siglo XX. Adscrito a la generación del 27, compartió ideas con poetas como Rafael Alberti, Luís Cernuda o Dámaso Alonso.


También creó la Barraca, una compañía de teatro ambulante que acercaba a los pueblos la dramaturgia. El 18 de agosto del 1936, un mes después del golpe de Estado, fue asesinado a manos de las autoridades franquistas por «socialista», «masón» y «homosexual». Fue de madrugada cuando asesinaron al granadino, cerca de un barranco, a dos kilómetros de Fuente Grande, en un terreno que todavía abraza sus restos ante la dificultad de hallarlo.

Leer también: Un informe secreto del franquismo prueba su autoría en el asesinato de García Lorca

Este año se cumplen 85 años desde su asesinato y al autor de La casa de Bernarda Alba, Bodas de sangre o Yerma le recordamos con algunos de sus versos más emblemáticos.

La Casada Infiel uno de los poemas con mayor reconocimiento de García Lorca.

Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

*

Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

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