NELSON MONDACA I.

nmonijalba@gmail.com
Ayer domingo 13 de junio, los ciudadanos de 13 regiones del país, quienes fuimos a votar el 15/16 del mes pasado, nuevamente volvimos a los lugares de las elecciones, para emitir un nuevo sufragio. Fue la segunda vuelta de los candidatos a Gobernadores (ex Intendentes), esta vez fue más fácil y rápido. Tuvimos a la vista solamente una papeleta con dos nombres e hicimos una rayita sobre la línea horizontal del voto, hicimos una cruz por el candidato de nuestra preferencia. Más sencillo no pudo ser.
La vez pasada uno tenía que poner cuatro votos en urnas diferentes. Pero poner la rayita a cada candidato y ubicar sus nombres y/o números no era tan sencillo. Tomaba su tiempo. Creo que mucha gente se resto a ejercer este derecho por estas complicaciones. Por ejemplo, un ex alumno de la Universidad de Tarapacá, con quien converso periódicamente, en uno de estos encuentros, le consulté sí había ido a votar, su respuesta no se hizo esperar, me dijo que “no”, pero era un “no” que titubeaba en su propia postura, como asumiendo una culpa.
En realidad me sentí sorprendido por su contestación viniendo de una persona del campo universitario. Pero, antes que yo tratara de indagar más, seguidamente él me explicó sus razones. Era porque estaba confundido y tenía un desorden de pensamientos en cuanto a los Constituyentes. Al final, esta breve conversación me lleva a la siguiente reflexión: es que sí esta justificación, válida o no, bien se puede trasladar a personas que cuentan con menos nivel de estudios. Lo que resulta en un factor que contribuye al importante ausentismo electoral.
Ya que estamos hablando de la baja participación electoral, es bueno recordar, que éstas pueden ser las últimas elecciones voluntarias, Ley N° 20.568. Tal vez, todas las que vengan después del 13 de Junio, serán obligatorias. Según la clase política la baja convocatoria y asistencia a las últimas elecciones del mes de mayo, fue la que gatillo en la Cámara de Diputados, impulsar un cambio legislativo sobre el actual “voto voluntario”. Recordemos, en esta última elección de Alcaldes, Concejales, Gobernadores y Constituyentes, cerca de un 43,30% concurrió a sufragar. Más o menos conservando el promedio desde que se instaló el voto voluntario. Sin desconocer que los chilenos en el extranjero se les impidió votar. Más adelante me referiré brevemente a esta situación. Esto también influye en los porcentajes. Pero, es bueno recordar que en el Plebiscito de Octubre del 2020, la participación fue de 7.516.664 personas. Una votación extraordinaria e histórica.
Pero esta vez no fue así. Nada mejor que teniendo la oportunidad y razones, los políticos de un sector y de otros, vuelven a la carga en la Cámara de Diputados para restablecer el “voto obligatorio”. Entonces, por ahora es materia en discusión y es un asunto estratégico en la alta política. Así legitiman o deslegitiman las posiciones de los vencedores en la lucha por el poder y critican en forma brutal a quienes son contrarios a los paradigmas que ellos profesan dentro del sistema imperante en el país.
Hay cosas a favor y en contra con el” voto obligatorio”, también, las había con el “voto voluntario”. Lo cual, no es raro en muchas materias legislativas y que pueden “fortalecer o debilitar” la democracia. Por ahora, parece ser clave, saber realmente cuántos de los chilenos objetivamente están por empujar el carro hacia la renovación de las ideologías en la construcción de un Chile más justo y solidario. Asimismo, en esta dirección pasamos a las matemáticas, el arte de saber cuántos están por mantener el actual estatus del poder económico/político tradicional. Es mucho más fácil trazar ideas cuando se tienen los datos esenciales que andar trabajando sobre supuestos y muchas veces “nadando” contra la corriente.
Hay que ganar a la opinión pública para que acuda a votar voluntariamente. Este es mi punto de vista. Tampoco, se pueden manipular las estadísticas para reimpulsar proyectos que de alguna manera obligan a los ciudadanos cumplir deberes cívicos-políticos. Volviendo de lleno al tema, claro que en la última elección fue menos gente a cumplir su derecho cívico. Dos razones: estamos viviendo una etapa sanitaria más intensa del Covid-19 y que afecta ahora a los grupos etarios menor a la tercera edad. Pero, lo más grave, es haber dejado a nuestros compatriotas que viven en el extranjero fuera de este proceso eleccionario. Por lógica si esta población de 1.037.346 (INE) hubiera ejercido este legítimo derecho fundamental que les fue conculcado, por lo menos en cuanto a los Constituyentes, otro gallo cantaría en las cifras dadas a conocer por el Servel.
Entonces, para ser justos, no se pueden impulsar reformas a la actual ley de votaciones, si no todos/as, pueden ejercer su voluntad ciudadana y republicana. Los políticos no pueden obligar a las personas concurrir a votar. Menos cuando la clase política ha desprestigiado su rol y se vuelven millonarios burgueses, mientras desempeñan sus labores legislativas. Más graves aún, se corrompen para perjudicar al pueblo y al país. Para que decir de los errores que han cometido los gobiernos de la democracia. No por favor, piensen que el voto voluntario, siempre nos dejará desafíos y tareas para mejorar la participación ciudadana en la construcción de un Chile mejor.
Finalmente, ahora que no existe la propaganda política y se cuentan los votos de este proceso eleccionarios, usted, tuvo el derecho de votar, sea por el candidato que le pareció de su confianza. Al igual como todos, también yo ejercí mi opción y voté en conciencia, según mis sentimientos, de acuerdo a mis ideales y principios valóricos. Me gusta la pluralidad del poder. De ser ganador mi candidato, tengo fe que hará un buen y mejor trabajo por nuestra región de Tarapacá. Me gusta ser consecuente. Hay que votar y saber por quién votar. Ahora, si usted, amigo/ga lector/ra, tiene otra opinión y no les gustaron ninguno de los dos candidatos, eso se respeta de “aquí a la quebrada del ají”. Pero lo más importante es que fue a votar y punto. Porque, esa es y será siempre nuestra responsabilidad ciudadana. Al final, en nuestra sociedad honramos este derecho y obligación constitucional ciudadano.