Para septiembre de 1973, Julio Cabezas Gacitúa, de 45 años, de profesión abogado, se desempeñaba como Procurador Fiscal del Consejo de Defensa del Estado de Iquique y no militaba en partido político alguno. Tras ser llamado en un Bando Militar, se entregó voluntariamente ante las autoridades militares. Hay testimonios que lo recuerdan caminando, con una frazada en el brazo, por calle Luis Uribe hacia la Sexta División de Ejército. Nunca pensó su trágico final. Hoy, después de 4 décadas, la sociedad tiene una deuda pendiente con él, por eso, el alcalde Jorge Soria, anunció que solicitará al Concejo Municipal, que junto al ex juez Nelson Muñoz, reciba un reconocimiento póstumo, como Hijo Ilustre de Iquique.
ANYELINA ROJAS
Edición Cero
La historia de Julio Cabezas debe ser contada. Y no olvidada. Porque expone episodios turbios de nuestra vida como ciudad y como país, que no deben ocurrir jamás.
Es un caso de gran impacto, puesto que se atribuye que su muerte, habría sido una venganza del Fiscal Militar Acuña, involucrado en un caso de drogas y contrabandos, donde su participación ya estaba acreditada.
En su libro “La Verdad de Pisagua”, Freddy Alonso, ex detenido político, relató este caso, señalando que el abogado Cabezas, hombre de gran prestigio y austeridad, fue designado por el Consejo de Defensa del Estado, para investigar el contrabando y tráfico de cocaína en Iquique.
Por ese tiempo, 1972, Mario Acuña, llegó trasladado a Iquique desde un juzgado de San Miguel, donde protagonizó un escándalo, siendo juez. Acá asumió funciones de juez. Investigaciones periodísticas, nuevamente lo conectan con un caso delictual, ya que se le vincula a un grupo de personas que desviaban mercaderías a Perú y Bolivia, -delito de contrabando-, las cuales estaban destinadas desde el nivel central hacia el norte.
De esta situación entrega profusos antecedentes una publicación denominada “Los Intocables”, donde se indica que con la operación contribuían al mercado negro y a cambio recibían cocaína como pago por los servicios.
Esto es lo que precisamente investigaba el Procurador del Consejo de Defensa del Estado, Julio Cabezas. Inclusive, la Corte Suprema –relata Freddy Alonso- había respaldado las acusaciones en su contra de modo que su suerte ya estaba echada. El tribunal mayor había autorizado la exoneración y cárcel para Acuña. Pero, sobrevino el golpe, y los hechos tomaron otro curso.
Acuña fue designado Fiscal Militar de Pisagua y estuvo a cargo del supuesto Consejo de Guerra donde junto a Cabezas, fueron ejecutados Mario Morris Berríos, Investigaciones Aduaneras; Juan Valencia Hinojosa, Administrador de la ECA; José Córdova Croxato, Administrador del Puerto; Humberto Lizardi Flores, profesor. Curiosamente, todos ellos –a excepción de Lizardi- conformaban hasta días antes, la Comisión Investigadora del Consejo de Defensa del Estado, por el caso de contrabando y tráfico de drogas. Y todos ellos fueron sacados de sus celdas entre el 8 y 10 de octubre de 1973, y posteriormente fusilados.
OTRA ARISTA
Tras el cierre del Campo de Prisioneros de Pisagua, Mario Acuña logró reintegrarse a la vida iquiqueña con plena normalidad, salvo, que de vez en cuando algún familiar de ejecutado se atreviera a enrostrarle en su cara los hechos ocurridos tras el golpe. Juana Trujillo quien fuera la esposa del jerarca socialista local, José Sampson Ocaranza, de 33 años al momento de su ejecución en Pisagua, era una de esas personas.
Acuña se instaló con su oficina de abogado en calle San Martín, frente al Banco de Estado de Iquique. Y de allí, día a día se trasladaba desde el centro, a los tribunales, como cualquier hijo de vecino. En lo personal, estableció una relación de pareja, de cuya unión nació un hijo. La familia vivía en forma cómoda en el sector de Playa Brava, con un muy buen pasar, en el aspecto económico. En la parte emocional, dicen personas allegadas, que siempre tuvo episodios de crisis.
Sin embargo, Acuña jamás quiso enfrentar a la prensa. Menos tras el hallazgo de la fosa de Pisagua. Y ni hablar del caso Julio Cabezas. La autora de esta nota, durante años intentó la entrevista y cuando estaba a punto de concretar el cometido, Acuña se enfermó.
Gracias al proceso del que es querellante el abogado Adil Berkovic, Acuña fue procesado. Por esa fecha sufre una crisis por un cuadro de diabetes que le efectaba desde hace años antes. En medio de su enfermedad es trasladado al Hospital Militar en Santiago, donde finamente muere el 12 de junio del año 2000, a la edad de 63 años.
La causa del deceso fue un coma producto de dos infartos cerebrales.
Al momento de su muerte, Mario Acuña Riquelme se encontraba sometido al referido proceso por el delito de secuestro calificado de 10 personas. Por la misma causa eran procesados el ex Vicecomandante en Jefe del Ejército general (r) Carlos Forestier y el suboficial Miguel Aguirre, por disposición del ministro de fuero Juan Guzmán en el marco de la investigación de las muertes ocurridas en Pisagua en 1973.
Hasta hoy, la duda sobre la muerte del ex fiscal de Pisagua siempre ronda. Mario Acuña acumulaba muchísima información, que comprometía a grandes personajes. Sin embargo su familia nunca ha hecho nada sobre este tema ni ha marcado una posición al respecto.
¿Terminó de víctima el victimario? Es la duda que ronda.
Nota de la Editor: Este caso es tomado en uno de los capítulos del Libro Negro de la Justicia Chilena de la periodista Alejandra Matus. Para leer el capítulo pinche aquí: