
Cientista Político y Administrador Público
Universidad Tecnológica Latinoamericana
Karol Cariola, presidenta de la Cámara de Diputados, ha sido una figura clave en la llamada “renovación” del Partido Comunista (PC) chileno. Sin embargo, su reciente involucramiento en una investigación por presunto tráfico de influencias y sus vínculos con empresarios chinos dejan al descubierto las profundas contradicciones que encarna su liderazgo. Estas contradicciones no solo ponen en duda la coherencia de su discurso político, sino también la credibilidad de un partido que se presenta como defensor de la igualdad (donde todos somos iguales, pero sin duda, algunos son más iguales que otros), mientras algunos de sus rostros más visibles parecen jugar con las mismas reglas del capitalismo que tanto critican.
El caso que hoy la envuelve es complejo y preocupante. El allanamiento a su domicilio —justo después de convertirse en madre— fue la señal más evidente de la gravedad de las acusaciones. Los mensajes revelados entre Cariola e Irací Hassler (Esta última eliminó los mensajes de su teléfono pero algunos se pudieron recuperar), entonces alcaldesa de Santiago y también militante del PC, muestran una gestión de favores políticos en beneficio de Emilio Yang, empresario chino vinculado al polémico mall Chinamart. ¿El motivo? Un “cacho” administrativo relacionado con el pago de patentes. Pero detrás de este favor aparentemente inofensivo, se despliega una trama que involucra a personajes con antecedentes judiciales y a empresarios con un poder económico considerable.
Este escándalo no es solo una mancha en la carrera de Cariola; es también un síntoma de la crisis moral e ideológica que atraviesa el Partido Comunista chileno. Mientras defienden modelos autoritarios como los de Venezuela o China, donde los derechos humanos y las libertades civiles son constantemente vulnerados, sus líderes se ven envueltos en prácticas típicas de la élite capitalista: tráfico de influencias, alianzas con grandes empresarios y defensa de intereses privados.
La paradoja es evidente. Cariola y el PC han defendido con fervor regímenes totalitarios, excusándose en argumentos de historia y cultura (como lo plantea en una entrevista en CNN 360 una descolocada Kariola frente al periodista Daniel Matamala). Cuando se les preguntó sobre las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, Cariola esquivó el informe de Bachelet con evasivas. Al hablar de China, describió un sistema que dista mucho de ser democrático, presentándolo como un modelo a seguir. ¿Cómo puede un partido que se dice defensor de la igualdad y la justicia social cerrar los ojos ante estos abusos?
George Orwell, en su crítica al totalitarismo, escribió en Rebelión en la Granja que “todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”. Esa frase parece describir perfectamente la actitud de ciertos líderes comunistas chilenos, quienes predican austeridad y equidad mientras cultivan redes de influencia y privilegios. La historia del PC está marcada por la persecución y el dolor, y merece respeto. Pero ese respeto no puede traducirse en impunidad ni en una carta blanca para que sus dirigentes actúen con doble moral.
La influencia del Partido Comunista en el actual gobierno es innegable. Su estructura vertical y el llamado “centralismo democrático” aseguran una disciplina interna rígida, donde la obediencia a la cúpula es un mandato. Pero esa misma estructura, lejos de renovar al partido, lo ha mantenido anclado en prácticas y discursos anacrónicos, incapaces de enfrentar la realidad de una ciudadanía que exige transparencia y coherencia.
El escándalo de Chinamart, con la participación de empresarios como Xinping Wang y Gongxiang Chen —este último con antecedentes de extradición por un violento ataque en España—, revela la ligereza con la que se manejan ciertos vínculos en la esfera política. ¿Es esta la renovación que prometía Karol Cariola? ¿Un comunismo cómodo con el capital, dispuesto a gestionar favores para grandes empresarios extranjeros?
La pregunta es inevitable: ¿se puede realmente renovar el PC mientras siga defendiendo regímenes autoritarios, totalitarios, dictaduras y practicando las mismas tácticas que critica en el sistema capitalista? La figura de Cariola, con su discurso de transformación y sus acciones contradictorias, parece sugerir que no. En su afán por mantener el poder y la influencia, ha terminado encarnando lo peor de ambos mundos: la rigidez ideológica del comunismo más dogmático y las prácticas clientelistas del capitalismo más desvergonzado.
La verdadera renovación no llegará mientras las viejas prácticas sigan encubriéndose bajo el disfraz de la transformación. Tarapacá y Chile merecen liderazgos honestos y coherentes, no políticos que dicen luchar por el pueblo mientras interceden por los intereses de poderosos empresarios. Karol Cariola tiene una oportunidad para dar explicaciones, pero, sobre todo, para reconocer las contradicciones que encarna. La pregunta es si estará dispuesta a hacerlo.
Terminare esta columna, citando a la mujer, cantante, compositora y activista estadounidense Joan Báez con una de sus frases más emblemáticas “Si no peleas por acabar con la corrupción y la podredumbre, acabaras formando parte de ella”… Quizás a Karol le es más cómodo la forma de vida Capitalista, pero para mantener el poder el discurso feminista y comunista. Solo le preguntaría a la diputada quien es, la Karol Comunista o la Cariola Capitalista… En política, Según Cadem, la ciudadanía exige consecuencia y eso, al parecer es algo de lo Karol carece.
Eric Palavicino
Muy buena columna, al igual que cualquier ciudadano chileno, debo decir que, todo residente en Chile debe acatar las normas y los procedimientos judiciales que pueda determinar el marco jurídico de nuestro país, o bien, las diligencias que estime pertinentes la Fiscalia, en cuanto a recolección de antecedentes para argumentar un hecho punible, considerando el tráfico de influencias por el cual está siendo investigada Karol Cariola.
Si relacionamos el histórico actuar del partido comunista y sus integrantes, el caso Hassler-Cariola, viene a ser uno más a la extensa lista de ilícitos, el discurso moral dista mucho del actuar real de sus militantes y pienso que, deberían enfrentar a la justicia como cualquier persona, ser desaforada y de acreditarse sus responsabilidades, ser condenadas y no volver a ejercer un cargo público/político.