La historia entre Gabriela Mistral y Doris Dana es una de esas que combina literatura, amistad y amor en un vínculo profundo e inquebrantable. Todo comenzó en 1946, cuando Doris, una joven escritora estadounidense, se acercó a Mistral después de escuchar una lectura de su obra en Nueva York. Fue un encuentro que cambiaría ambas vidas para siempre.

Desde ese momento, empezaron a escribirse cartas y a desarrollar una conexión especial. Doris era mucho más que una amiga para Gabriela; se convirtió en su compañera, confidente y en quien Mistral encontró apoyo durante los últimos años de su vida. Doris, además de ser escritora y traductora, era una mujer de carácter fuerte y decidida, lo que la hacía el complemento perfecto para la sensibilidad y genialidad de la poetisa chilena.
ALBACEA
Cuando Gabriela falleció en 1957, Doris asumió el papel de albacea de su legado. Fue quien se encargó de recopilar y cuidar los escritos, documentos y cartas de Mistral, asegurándose de preservar su obra para las generaciones futuras. Este no era un trabajo fácil, pero Doris lo tomó con toda la dedicación y cariño que la relación entre ambas merecía.
Doris Dana vivió hasta 2006, y aunque físicamente ya no está, su contribución a la vida y obra de Gabriela Mistral sigue viva. La relación entre ellas fue un reflejo de cómo el amor, el entendimiento mutuo y el respeto pueden trascender, dejando una huella imborrable en la historia de la literatura.