No obstante que los científicos e investigadores no están seguros de por qué razón se produce este efecto, se ha observado que la estación del año en que se nace grava o “marca” el cerebro, condición que, posteriormente, tiene efectos futuros en la salud mental de las personas, así como en su personalidad.
Es así, por ejemplo, que el investigador y neurocientífico Christian Jarret, autor de varios libros de neurociencia, psicología y de autoayuda, en un artículo publicado en la revista “Wired” consigna que los bebés que nacen en primavera son más propensos que el resto de los bebés a padecer de esquizofrenia en la madurez, mientras que los que nacen en verano tienden a crecer con rasgos de curiosidad y búsqueda de sensaciones más marcadas.
Los expertos creen que algunos de los factores que podrían estar incidiendo en estas características diferenciadoras son la exposición de las madres a virus de invierno o a la cantidad de luz natural a la que se exponen en verano. De acuerdo con las observaciones del Dr. Jarret, este tipo de situaciones podrían influir en la expresión genética durante el desarrollo temprano de las personas.
Por otra parte, para el neurocientífico y profesor de Neurobiología Clínica en Psiquiatría de la Universidad de Columbia, Dr. Spiro Pantazatos, quien estudió con mucho detalle los vínculos que podrían existir entre la estación del año en que se nace y la estructura del cerebro en adultos, la asociación entre la estación y las consecuencias psiquiátricas y conductuales en el futuro podría estar mediada por “efectos genéticos que afectan el crecimiento del cerebro”.
El Dr. Pantazatos analizó los escáneres cerebrales tomados a 550 hombres y mujeres saludables en distintos hospitales de Londres, Inglaterra, investigando si existía algún área particular del cerebro que fuera distinta según la estación del año en que nació la persona, y descubrió que en el caso de los hombres que habían nacido en otoño e invierno tendían a tener más materia gris en una región del cerebro conocida como “surco temporal superior izquierdo”, en comparación con los hombres nacidos en primavera y verano. De esta forma, los hombres que nacieron a fines de diciembre (invierno europeo o boreal) fueron los que tuvieron más materia gris en esta región, mientras que los hombres que nacieron a fines de junio (verano europeo) fueron los que, en general, tuvieron menos.
Este dato se vuelve muy interesante, si se considera que estudios anteriores han relacionado la cantidad de materia gris en el surco temporal superior –una región que incluye la corteza auditiva– con la esquizofrenia, es decir, los pacientes que sufren esta enfermedad tienen un volumen reducido de materia gris en esta zona.
La asociación entre el volumen de esa región y la estación de nacimiento no sólo aplica en los hombres, ya que el científico también encontró una relación entre el volumen de la materia gris en el surco temporal superior en las mujeres, pero esta vez el efecto fue al revés: las mujeres que nacieron en verano tuvieron más materia gris en esa zona que aquellas que nacieron en invierno. Esto coincide con otra investigación que mostró que los efectos de la estación en que se nace pueden ser diferentes entre hombres y mujeres. Por ejemplo: las niñas que nacen en invierno tienden a tener menos búsqueda de sensaciones fuertes cuando son adultas, mientras que los niños que nacen en invierno crecen con una inclinación y afición al riesgo.
El Dr. Pantazatos hizo otro análisis para verificar si era posible predecir la estación en que una persona nació con sólo mirar las diferencias en el volumen de materia gris en las distintas regiones del cerebro. Esta vez descubrió un resultado relevante en las mujeres, pero no en los hombres: un algoritmo que registró las diferencias de un grupo de regiones cerebrales de la corteza frontal, el lóbulo parietal y el cerebelo, fue capaz de predecir la estación de nacimiento de una mujer con un 35% de exactitud.
De acuerdo con lo que consigna el Dr. Pantazatos en su proyecto de laboratorio “Mi cerebro y yo” presentado en el año 2019, los resultados de estos estudios “implican que las variables medioambientales asociadas a la estación de nacimiento del sujeto impactan en el desarrollo del cerebro humano, lo que, posteriormente, ejerce influencia en la estructura del cerebro y en la personalidad de la gente en su vida adulta, condición que persiste a lo largo de toda la vida”.
Digamos finalmente, que tanto el Dr. Jarret como el Dr. Pantazatos continúan con sus investigaciones, dada la importancia de su descubrimiento, al constatar que la estación del año en que se nace, marca, efectivamente el cerebro, lo que a su vez, tiene grandes efectos sobre la personalidad de los seres humanos.