Hace ya varios años unos amigos de Concepción se hicieron famosos cuando, con ganas de emprender, se pusieron a inventar una nueva receta para un picadillo entre cervezas.
Esto no es una idea nueva: se dice que la chorrillana nació cuando el local J. Cruz se ganó el negocio de alimentar al personal de una comisaría porteña, por lo que buscó algo que se pudiera compartir, que fuera rico, enjundioso, abundante y, claramente, económico. De ahí vendría la mezcla de cebolla, huevo, papas fritas, pan y carne.
Algunas décadas después estos penquistas se pusieron un desafío basado solo en lo recreativo y en tener un sello que los distinguiera del resto, algo que no es fácil en una ciudad universitaria, ni menos en una zona llena de bares.
Y les resultó bastante bien: juntaron los ingredientes y crearon una fórmula que bautizaron como La Weá Buena, el plato estrella de su en ese entonces nuevo bar: Jarana, en la avenida Paicaví.