@plumaiquiqueña
«Recordar un buen momento es sentirse feliz de nuevo», Gabriela Mistral.
Sentada con mi cabeza apoyada en el postigo de la ventana me deleito por el paisaje de mis memorias sobre el más inhóspito y desértico lugar, en el cual conjugan el padre sol y la sequedad de la chusca pampina. Tamarugos y escasos animales desfilan por la gran alfombra tarapaqueña. Permito que el silbido ulule con los recuerdos y el pulso de esos años en completa libertad, al fin de cuentas, » no poseemos nada con certeza, excepto nuestro pasado», Evelyn Waugh.
Las zampoñas y las quenas se fusionan para trasladarme a los tiempos idos, a la benevolencia de los afectos, a la fiesta de los abrazos en la Pampa del Tamarugal. Así como el mar está en el ADN del iquiqueño, también lo es, un oasis en medio del desierto.
La camioneta estaba lista por los años noventa, dispuesta para otra travesía por los cerros morenos, serán dos horas, para llegar a los pueblos de Matilla, Pica y algo más. Habita una flora exquisita, frutos nativos como dátiles, naranjas, guayabas, mangos y limones. Comíamos a manos llenas, llenábamos las bolsas viajeras, las ropas y las pieles se empapaban de aromas y colores de nuestra zona.
Era un clásico perderse en medio de las hilachas de un mango, humedecer los labios con fresco jugo de naranja, cerrar los ojos intensamente con un limón travieso y prenderse a las seis con una guayaba tierna. La diversión familiar era plena y vivaz en este espacio de tanta quietud y serenidad. Sin embargo, la niña que brota de mí, sale corriendo en dirección a la » Cocha» y sus cuevas milenarias. Que deleite zambullirse, jugar, sacar barro con una piedra, para teñir el rostro de color marrón. La aventura no ha terminado, almorzamos en «El Tambo».
El regreso a casa atrapaba alfajores en medio del horizonte y atardeceres que asombran al este de Matilla. Un oasis llamado «Santa Rosita «, aparece bordeando la quebrada de Chacarillas, conocido por pocos, pero bendecido por Dios y la Pacha. Es maravilloso, el agua brota de la tierra, pura y cristalina para florecer la vida de guayabos y granados. El milagro de la naturaleza se expresa con la abundante alfalfa para conejos y gansos. Que hermoso es el oasis, desfile de contrastes, un día sumergiéndote en pozas salinas, otro día nadando en aguas termales bajo el manto azulino y un halo centelleante de estrellas perdiéndose entre los dedos.
Agradecimientos a María Estela Gary Ubeda.
Claudio Vergara
Muy lindas palabras para tan hermoso lugar, en pleno desierto de la región de Tarapacá, lugares mágicos, ocultos entre el cerro y los vientos, me gustaría saber quien escribió esto para seguirlo.
Ruben
Que entretenido recuerdo, pero las fotos son las que matan. De dónde son?