Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, Escritor e Investigador (UACh)
“Un hijo mal criado y sin límites se acaba convirtiendo en un tirano con sus propios padres, experimentando el conocido “síndrome del emperador”.
“Los mimos, el afecto y el cariño no malcrían a los hijos. Lo que los malcría, es la falta de límites”.
Los niños aprenden una serie de conductas mirando y observando a sus padres, así como aquellas personas más cercanas a la familia. Es por ello, que los padres deben conocer –y valorar– la importancia de establecer muy bien las fronteras y los límites entre lo permitido y lo no permitido.
El hecho de fijar un “límite” le envía al menor un claro mensaje: “Hasta aquí puedes llegar, más allá no”. Lo anterior implica, que no son límites del tipo: “¡Porque sí!”, “¡Porque yo lo digo!” o “¡Porque yo mando aquí!”, sino que son límites que tienen una razón de fondo, una razón que hay que explicar al menor, de acuerdo con su edad y con su capacidad de comprensión. Algo muy importante que los padres deben tener en consideración en este punto, es que los niños sienten más inclinación y deseo de cumplir con una determinada regla, si ellos mismos han contribuido a establecerla junto a los padres. Esto funciona, y funciona muy bien. Por lo tanto, tenga en cuenta este dato.
De acuerdo con psicólogos y psiquiatras infantiles, uno de los roles más relevante de los padres es, precisamente, su capacidad (¡o incapacidad!) para establecer límites que sean razonables, claros y comprensibles, al mismo tiempo que proporcionarles a sus hijos ejemplos y modelos a imitar que concuerden y que sean coherentes con las exigencias que los padres imponen a sus hijos.
Es así, por ejemplo, que la psicóloga ecuatoriana Gilda Althaus consigna en su libro titulado “Enseñe a sus hijos a escoger libremente, pero con límites” que en la época que estamos viviendo actualmente, donde los métodos tradicionales de recompensa y castigo no están funcionando muy bien –o no resultan ser muy eficaces–, el objetivo principal de la disciplina, es enseñar y entrenar a los niños a convertirse en personas equilibradas, seguras y respetuosas, capaces de tomar sus propias decisiones y en condiciones de disponer de su libertad de manera disciplinada y responsable. Eso por un lado.
Por otro lado, yo complementaría lo que afirma mi colega ecuatoriana, señalando, que uno de los grandes objetivos que tiene todo formador ante sí –y en esta categoría caen todos los padres–, es entregarle a la sociedad a la que pertenece el niño, individuos que se conviertan en personas conscientes de sí mismas, autónomas por formación, interdependientes por educación y creativas por estimulación. Este, por cierto, es un desafío grande, pero no imposible de alcanzar, especialmente, cuando el proceso de crianza se hace de la manera adecuada. Y la “manera adecuada” de hacer las cosas, significa tener que decirles claramente a los niños más de una vez… ¡No! a las peticiones y exigencias de los hijos.
Uno podría preguntarse… ¿y cuál es la importancia de la disciplina y del acto de poner límites a los niños? Nada más relevante y fácil de responder:
1. Los límites les enseñan a los hijos cuáles son las conductas adecuadas y cuáles no serán aceptadas ni permitidas al interior de la familia y, por extensión, en la sociedad en la que deberán vivir, lo cual, les ayuda a los niños a integrar y elaborar internamente las normas y reglas que han sido establecidas.
2. Los límites les entregan a los niños seguridad y certeza en cuanto a qué fronteras no pueden cruzar, así como las consecuencias que tendrá el acto de no respetar los límites fijados. Los niños deben aprender desde muy pequeños a sentirse responsables de las decisiones que toman.
3. El acto de fijar reglas y límites contribuye a alcanzar un mejor ambiente familiar para todos, al mismo tiempo que ayuda a los niños a superar la frustración experimentada, cuando no consiguen lo que les exigen a sus padres.
4. El hecho de respetar las reglas y normas establecidas, y ser felicitados por ello, ayuda a los hijos a desarrollar un buen concepto de sí mismos.
5. Los niños sin límites –siempre enojados y que padecen descontrol o dificultades emocionales–, corren el riesgo de desertar del colegio, abandonar del todo los estudios y caer en conductas de riesgo: ingesta de alcohol y drogas, vagancia, delincuencia, uso de la violencia.
6. Los límites, una vez fijados, practicados y aceptados, representan un aprendizaje fundamental para comportarse y tener éxito en la vida adulta.
7. Aprender a tener en cuenta los límites, ayuda, posteriormente, a las personas a establecer relaciones interpersonales respetuosas y de calidad.
Los padres deben tener en cuenta, que el niño de hoy, es el adulto que mañana deberá insertarse en la sociedad, en función de lo cual, si no ha internalizado ciertos límites, autodisciplina y reglas claras de conducta, el sujeto estará destinado a sufrir muchos fracasos, corriendo incluso, el riesgo de ser excluido o expulsado del grupo de pares.
No está de más señalar, que cuando usted ha tomado la decisión de “rayar la cancha” y fijar ciertos límites y reglas a sus hijos, entonces nunca, pero nunca se rinda ante sus súplicas, lloriqueos, pataletas o amenazas, ya que una vez que usted optó por ceder, sus hijos sabrán claramente que han ganado la batalla y que nada los detendrá para la siguiente exigencia. En función de lo anterior, no sienta ningún temor –o remordimiento– por no ceder ante sus exigencias y que los hijos se sientan algo decepcionados. Por el contrario. Tenga usted muy presente las siguientes tres reglas parentales:
1. Exija que sus hijos cumplan con sus obligaciones y las reglas que han sido establecidas, antes de siquiera evaluar la posibilidad de darles a ellos lo que desean. (Lo anterior, no significa que los padres escatimen en la entrega de amor, afecto, cariño, abrazos y respeto a sus hijos).
2. Deje que sus hijos se esfuercen y trabajen –de acuerdo con la edad del menor– por conseguir lo que quieren. A menudo, se desprecia y no se valora todo aquello que se ha conseguido sin mucho esfuerzo y de manera fácil. (Este “principio”, por lo demás, es también válido y aplicable a los adultos).
3. Cuando los niños se ponen muy insistentes –a la manera de “disco rayado”–, la conducta de los padres debe ser de firmeza total, y no se los debe atender, hasta que los hijos no cambien su comportamiento. Esto requiere de mucha paciencia y repetirle a los niños, que mientras ellos no cesen con su conducta, no se podrá llegar a ningún acuerdo.
Cuando los padres no han sido capaces de fijar límites y hacer un claro rayado de cancha con sus hijos acerca de aquello que está permitido y no está permitido hacer, lo más probable, es que se produzcan grandes frustraciones por ambas partes, así como amargas experiencias, donde abundarán los gritos, las grandes pataletas, actitudes y conductas violentas, amenazas, cachetadas, nalgadas, castigos y privaciones de diverso tipo.
Para finalizar, es necesario que los padres conozcan las consecuencias de corto y largo plazo de la falta de poner límites a tiempo:
Consecuencias de corto plazo: pataletas al por mayor, deterioro de la relación padre-hijo, grandes dificultades en el manejo del niño en la medida que éste crezca (rebeldía, uso de la agresión y de la violencia en contra de sus propios padres), inseguridad personal, temor al mundo fuera del hogar familiar, graves dificultades en las relaciones del menor con sus pares y sus profesores, retraso en el logro de hitos en el desarrollo de la personalidad.
Consecuencias de largo plazo: serias dificultades en el control de impulsos, bajo nivel de frustración que conduce al sujeto a manifestar reacciones violentas y agresivas cuando no obtiene lo que quiere, muchas posibilidades que los jóvenes comiencen a caer en conductas de riesgo (adicción al alcohol, consumo de tabaco y drogas, sexualidad precoz, conductas delictivas), pobre desarrollo ético-moral, baja autoestima y desconfianza básica, posibles trastornos de personalidad, entre otras
Con el fin de evitar algunas de las posibles consecuencias arriba señaladas, sólo queda una sugerencia final a los padres: ¡pongan límites a sus hijos!