ALEJANDRO FABRES, párroco de Porvenir
Una de las habilidades que Dios me regaló es la capacidad de poder escribir. La uso, cuando necesito explayarme sobre cosas, acontecimientos, situaciones vividas, pensadas, soñadas.
Y es por eso que hoy recurro a ello para hacer mi catarsis sobre el proceso eleccionario vivido ayer y el triunfo de la opción Rechazo.
Anoche no quise escribir nada porque los sentimientos no eran los mejores. Había pena, rabia, decepción.
Hoy, ya más tranquilo, quiero compartir algunas miradas, que, como su título lo dice, no pretende ser una catedra de objetividad, ni análisis cuantitativo de los resultados. Sino que responde a la necesidad contarles como fue mi proceso de construcción de este proyecto, mis anhelos y por qué de la decepción.
Cuando vino el estallido social, sentí que efectivamente Chile despertó. Despertó de un letargo grande, largo, tan largo como nuestra querida patria chilena. Un letargo en que no habíamos querido darnos cuenta lo endeudados que muchos compatriotas estaban, de las situaciones de extrema pobreza que existen en nuestro país, de las grandes desigualdades, de las zonas de sacrificio, y un largo etc. Vernos divididos y fragmentados nuevamente entre buenos y malos (dependiendo de la posición que cada uno tomaba) fue algo doloroso. Crecí en dictadura, la padecí, vi vulnerados mis derechos más básicos, conocí de frente ese dolor. Y volver a ver todo eso provocó en mí una serie de emociones que yo creía superados.
Cuando se dio la posibilidad de un diálogo, creo que sentí que fue algo muy bueno para todos. Hubo amigos que criticaron esta salida, esta nueva “cocina” como muchos la denominaron. Debo reconocer que sentí hasta un grado de alivio. Había una luz.
La llamada al plebiscito para definir que se haría, como se respondería a las demandas sociales fue una esperanza. Más aun, pensando que con una nueva constitución podríamos solucionar gran parte de estas demandas. Las que muchas se habían visto frenadas por años, por el Congreso, especialmente por la Cámara de Senadores, los consorcios económicos, el Tribunal Constitucional y los mismos partidos políticos que habían sido ejes de la dictadura de Pinochet. Esto que cuento no lo hablo desde la rabia, ni desde el odio, sino desde el haber visto como para lograr varias de las reformas necesarias, había que pactar con ellos y muchas veces solo se lograba parte de lo que se necesitaba para que el país pudiera salir adelante.
Luego del plebiscito, donde cada uno quiso sacar agua para su molino, donde todos usaron la frase “escuchamos y entendimos”. Se puso en marcha el proceso, donde comenzaron a hablar ya no de “Asamblea Constituyente” sino de “Convención Constitucional (La primera sonaba demasiado Chavista, comunista, Fidelista, Marxista, etc.). Comenzamos a conversar con diferentes personas, grupos, para ver qué era lo que más convenía, cual sería nuestro aporte.
Como sacerdote siempre he tenido la convicción que no podemos negarnos a participar de los procesos. Esto era algo que nos incumbía a todos, especialmente por el bien de los pobres. Así que trabajé con varios grupos. Primero para ver el tema de los convencionales, inclusive, estuve a punto de pedir ser candidato, cosa que justamente por el bien común y por el bien de mi propia comunidad pastoral no hice.
Ya electo los convencionales, nos comenzamos a reunir con grupos para apoyarlos en el trabajo que tendrían que hacer, y especialmente para que se consideran ciertas demandas. Es por eso, y aquí viene mi primera pena, es que cuando se dice que este proyecto constitucional se hizo desde el odio, lo miro y digo ¿Desde cuál odio? Mi aporte lo hice en tres grupos sensibles: Educación y Primera infancia, Derechos Humanos y la dimensión de la fe y espiritualidad.
En el tema educación y primera infancia, soñamos con un grupo de personas, todos especialistas en el tema, cómo debería ser incorporada la niñez a este proceso, que nos gustaría que se dijera, como deberían ser considerados. Nunca pensamos desde el resentimiento, ni desde las odiosidades, ya que en educación y especialmente en primera infancia esas palabras no tienen cabida, Entregamos las propuestas, algunas fueron consideradas y otras no, pero lo principal es que hicimos ese aporte.
En Derechos Humanos, con varios grupos, pero especialmente dos, nuestro aporte era pensar una Constitución cuyo eje central fuera la persona humana, como sujeto de derechos. Reflexionamos en las necesidades de nuestra gente, particularmente los más pobres. Hablamos sobre los recursos naturales y como su sobrexplotación afecta siempre la vida de los que menos tienen, de los más postergados, pensamos en las mujeres, en todas. Ahí hubo discrepancias especialmente en temas referentes a derechos reproductivos, sin embargo, entendí y acepté que una constitución ha de ser para todos y todas, no solo para los que piensan y opinan como yo. Eso se llama inclusión. Otro grupo con el que participe fue la Comunidad LGTBQ, escuchando, aportando, pensando, en lo postergados que han sido, como no han sido reconocidos y reconocidas. Escuchar de sus luchas, de sus dolores. Y no hablo de esa comunidad LGTBQ que es parte de la elite intelectual o artística, sino de aquel que vive en la población, que aún es marginado, que se prostituye, que es estigmatizado y hasta asesinado. Con todos ellos también hicimos aportes a la Convención y a los convencionales que quisieron escucharnos, y aceptaron las propuestas.
En cuanto a la dimensión espiritual y de fe. También con varios grupos hicimos nuestro aporte, grupos ecuménicos, religiosos, laicos. Pensamos en nuestras diferencias y también en nuestras semejanzas. La fe estaba presente en el documento y no desde una mirada oficial, sino más bien integradora.
Cuando leí el primer borrador, el de los cuatrocientos y tantos puntos, quedé gratamente sorprendido. Sentí que era algo que por lo menos a mí y a muchos que habían trabajado en él, hombres y mujeres nos representaba.
Ahí comenzaron los tira y afloja, cuando ciertos sectores, no, falso, un sector, comenzó con el discurso de no haber sido tomados en cuenta, que estaba hecha desde el odio, que no nos representaba, que desunía y yo de verdad leía por segunda vez ese borrador y no encontraba donde estaba el odio, donde no estaba hecho el trabajo, donde estaba la desunión. El conflicto estaba puesto en la plurinacionalidad, la pluriculturalidad. Para mí lo que se estaba haciendo al incorporar estas palabras a un texto constitucional es reconocer una tremenda deuda histórica que nuestro Estado Chileno tiene con las naciones y pueblos originarios, los que más bien se convierten en adornos y postales más que en grupos pertenecientes a nuestra patria.
Me consta que los convencionales se reunieron con muchos grupos, que escucharon a mucha gente, No creo que haya sido solamente a simpatizantes sino también a detractores.
Como no soy experto en derecho, supuse que habría temas de lenguaje que deberían ser asumido por abogados constitucionalistas, que ayudarían en este trabajo. A pesar de que muchos de los Convencionales eran justamente constitucionalistas.
Porque ahí hay otro tema que también provoca mi dolor. El clasismo que guardamos los chilenos. Se dijo que las personas que estaban en la convención eran unos ignorantes. La mayoría eran profesionales, personas de diferentes ámbitos, en una transversalidad social, cultural y étnica. Pero no estaban los de siempre. Creo que esa era el gran pesar de la elite, no haber logrado llegar a los cargos de poder que allí estaban. Y eso fue traspasándose poco a poco a la población que repetía una y otra vez que no eran preparados.
Hablaban de la fulana, la sutana, el mengano…. Y ahí sí, yo notaba cierta odiosidad por quienes no provenían de algún partido, y venían más bien del mundo social.
Cuándo ya se publicó el texto definitivo y lo pude leer, me embargo una gran alegría. Era un texto bello. Había cosas en las cuales no estaba de acuerdo, pero cuando miraba el macro, estaba plasmado el sueño de un país mejor, más inclusivo, más humano, donde no fuéramos considerados clientes, sino que éramos considerados personas.
No, el texto es malo, el texto no sirve, el texto no nos representa. Fueron parte de los argumentos que comencé a escuchar, pero nadie me decía a ciencia cierta salvo, honrosas excepciones lo que no les parecía. Y comenzaron a decirme una cantidad de cosas que era lo que interpretaban de ella, no lo que en realidad decía.
Cuando el gobierno comenzó a hacer circular ejemplares, es que no debía hacerlo. ¿Y cómo la gente se iba a informar si no se daba la posibilidad de que se leyera?
Es por eso que hoy mi decepción es grande, porque no fuimos capaces de hacer que el texto fuera comprendido, no tuvimos la capacidad de masificarlo, nos faltó capacidad de diálogo. Le dejamos toda la responsabilidad a los medios de comunicación, gran error.
¿Pecados cometidos? Muchos. Pensamos con aire triunfalista que la gente había entendido el proceso, que se habían hecho parte. Pensamos que porque juntábamos una cantidad importante de población en las manifestaciones esto estaba ganado.
Creo que tuvimos miedo. Las instituciones formales tuvieron miedo de perder privilegios, la gente también tuvo miedo y los responsables de sacarles ese miedo no tuvimos la capacidad de llegar a donde ellos.
Me da pena pensar que podríamos haber tenido una buena constitución y no me refiero a la que vendrá. Sino a esta, a la que se escribió. Que para mí Sí era buena.
De verdad, espero que la que se escriba tome en cuenta los aspectos centrales de la que ya se hizo, no centre su modelo en lo económico solamente, considere a los pueblos indígenas, a las minorías sexuales, a las mujeres. Que escuchen.
Que el logo del amor que usaron durante todo este tiempo sea de verdad, ya que amor significa no solo pensar en mi sino también en el bien común, en todos, todas y todes. Yo por mi parte, seguiré soñando un futuro mejor. Hoy con pena, pero no derrotado, con los ojos húmedos, pero nunca de rodillas, sin nada que celebrar, porque sigo estando al lado de los que no tienen nada. Espero y confío en Dios que logremos sacar adelante este desafío por el bien de Chile, ya que necesitamos una nueva carta magna. Si se consideró que esta no era la correcta, bueno…. Hoy se tiene la oportunidad de escribir una nueva.
Agradezco a Dios el haberme permitido hacerme parte de este momento histórico, agradezco a los grupos e instituciones con los que pudimos trabajar y ofrecer nuestro grano de arena para que este documento viera, aunque fuera de forma efímera, la luz. Agradezco a los convencionales que pidieron mi apoyo y que me escucharon. A todos y cada uno y