Nelson Mondaca I.
Unos breves pensamientos acerca del acontecer regional. Esta semana me parece necesario y oportuno abordar el tema de los inmigrantes. Es asunto candente y controvertido. Pero, no puedo soslayar mi pensar sobre los emigrantes que llegan a nuestro país pensando que Chile era el paraíso prometido. Sabemos, que las condiciones económicas, sociales y de calidad de vida en nuestro país no son las mejores. Atravesamos por una crisis de una magnitud que pone en peligro la paz social. El pueblo se cansó de sostener una desigualdad salvaje, la cual ha puesto en peligro la gobernanza del actual Mandatario, Sebastián Piñera. Esta crisis no es una situación creada en los últimos años, más bien, su origen proviene de los tiempos de la dictadura y que se extiende, desde, la recuperación de la democracia hasta nuestros días. Medio siglo de un modelo económico y político que, del éxito temporal pasó al fracaso del renombrado neocapitalismo salvaje.
Con todo, Chile no deja de ser una experiencia capitalista que vendió muy bien su imagen, hasta el punto de considerarse el “jaguar de América del sur”. Como sea, estábamos en la tierra de la abundancia y del reino absoluto del mercado. El mejoramiento del poder adquisitivo va de la mano con la pérdida de la industria nacional. Asimismo, con el aumento de un porcentaje de las emisiones de carbono contribuimos al calentamiento global. Los seres humanos dejamos de ser personas para convertirnos en números de utilidades de riqueza acumulada en pocas manos privadas.
En estas condiciones, puedo entender porque se desarrolla el individualismo por sobre el valor de la solidaridad. De hecho, el estallido social de octubre del 2019, lleva también, el temor de que nuestros hijos y las generaciones futuras, estarían mucho peor que la actual, dentro del concepto económico del consumismo. En esta crisis, aparece la pandemia del Covid-19. Profundizando de manera impensada las tempestades de la crisis económica que veníamos sosteniendo.
En estas paupérrimas condiciones de existencia y de supervivencia, nuestra población sufriendo, entonces, me pregunto, ¿Puede Chile recibir y dar albergue a extranjeros? La mayoría de estos ciudadanos entran al país, con lo puesto. Son personas que buscan un mejor destino en esta tierra fecunda, de naturaleza divina y de una nobleza fértil. Un país de justicias como de injusticias, una nación de amor y de odios; de fe cristiana, de ateos y agnósticos. Una maravillosa geografía de contrastes jamás imaginados, de fenómenos pacíficos y violentos. Una patria amada con todos sus defectos y virtudes.
Viajar por diversos territorios, caminar por senderos desconocidos, días y noches, se fusionan en días de exposición a la muerte: Niños, jóvenes y adultos, mujeres y hombres tras el sueño de encontrar la tierra prometida. Las utopías se perpetúan en el horizonte más lejano del hombre por mejorar sus condiciones de vida. Aquí en este éxodo no existe el arte ni la política, solamente la existencia del ser humano. Las penas, las dificultades y el hambre viajan al lado de ciudadanos en la odisea del bienestar familiar. Yo he sido emigrante en mi propia tierra, por tal razón, conozco el fuego de tiempos muy difíciles y de sobrevivir increíblemente con la misma muerte.
Discrepo de quienes piensan que todos los inmigrantes deben ser expulsado por la sola razón de ser ilegales, de no tener papeles al día. Los estigmatizan como “delincuentes, vagos, drogadictos y portadores del coronavirus”. En verdad, no se puede meter en un sólo saco a todos los inmigrantes por malas conductas o malas prácticas de algunos “vivos”. Tengo la firme convicción, que la gran mayoría de ellos, si no tienen sus documentos, es porque en su país de origen, no existen las libertades para obtenerlos y ciertos derechos civiles están conculcados. Así de simple, me he encontrado con numerosos casos, después de grandes sacrificios y esfuerzos realizados ante las autoridades competentes de nuestro país, finalmente han obtenido nuestra nacionalidad. A veces, el trámite se ha demorado bastante tiempo. Son personas de bien, componen unas familias dignas, muy educadas y trabajadoras. Esta es su segunda patria, están muy agradecidos y orgullosos de ser hoy “chilenos/as”.
Nota al paso. Mi abuelo, Vicente Ijalba San Martín (Q.E.P.D), fue emigrante de la primera guerra mundial. Llegó a Chile junto a cientos de españoles; en este destino de viajar a otro continente desconocido por barco, se unieron a otros miles de diferentes nacionalidades, quienes arrancaban de la guerra, del fascismo y del genocidio. Llegaron aquí, un país chico de economía subdesarrollada, donde, fueron pilares en el emprendimiento, del comercio y en el trabajo productivo capitalista del primer cuarto y mediado del siglo XX. Aquí no estamos hablando palabras para justificar lo injustificable. También, somos un país de emigrantes. Nuestra raza y cultura, no es de extrañar que sea mixta. Encarando estos desafíos, mis primeros pasos educacionales, según puedo recordar, no existía la distinción de clases sociales, de nacionalidades, de color de piel y de etnias. Los más pudientes compartían la misma sala de clases con los más pobres. Ahora es distinto. Pero esto, es otro tema.
Hace unos días haciendo zapping por diferentes radios locales, algunas de sus destacadas voces, con el fin de mantener su audiencia matutina, lo que considero legítimo, recibían llamadas telefónicas; las personas que escuche, sin exagerar, creo que injustamente denigraron a las autoridades regionales y a las FF.AA., por no hacer nada al respecto de esta materia. A los venezolanos y colombianos, los trataron de la peor manera, a todos por igual, bajo el argumento de expulsarlos del país como si fueran un ganado indeseable para nuestra sociedad. Amigos/as, no estoy de acuerdo con estas críticas, por varias razones relacionadas con los derechos humanos. Es cierto no por unos hechos lamentables y conductas indebidas, podemos distorsionar la realidad. Hay que separar el trigo de la cizaña.
Deberían existir albergues especiales, en una debida planificación, contar con campamentos bajo el amparo de las banderas de la Organización Naciones Unidas (ONU), realizar todos los exámenes del Covid y proveer el asilamiento adecuado para quienes sean portadores. Aplicar en rigor las mismas medidas sanitarias que rigen en el país. Pueden, tener el alojamiento y la alimentación en condiciones humanas dignas. Los que tienen la protección de alguna Organización No Gubernamental (ONG), pueden, viajar a otros destinos del país, según los disponga la policía y las autoridades. También. no se puede descartar un área de trabajo en zonas específicas en la misma precordillera, plantas y laboratorios del desierto y/o residencias en zona costeras, etc. Es decir, solución siempre habrá si nuestros intereses consideran el problema de emigración como un problema internacional a nivel mundial. Somos de la misma especie humana. Somos hijos de la misma luna y del mismo sol. Lo cierto es que tenemos espacio y mucho por crecer… Por sobre todo, somos seres humanos y no cavernícolas. El hambre, las enfermedades y la razón de alimentar a un niño o niña, no se puede limitar a la defensa de una determinada nacionalidad y no tenemos el derecho de reprimir a esas personas… Creo que llegó el momento en que nuestra solidaridad se pone prueba, de las palabras a la acción…Seamos de verdad solidarios…