Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
Diversos estudios realizados en relación con la realidad que viven las personas casadas versus las personas solteras aseguran que los casados le ganan a los solteros en términos del grado de felicidad que experimentan, así como en cuanto al nivel de vínculos sociales que mantienen con su entorno familiar y de amistades.
No obstante lo anterior, las sociólogas Naomi Gerstel de la Universidad de Massachussets y Natalia Sirkisian de Boston College decidieron llevar a cabo una investigación para comprobar cuánto de cierto había en estos estudios, detectando una serie de situaciones que podrían señalarse como “anómalas” o derechamente contradictorias con lo que indicaban los estudios previos.
Es así, por ejemplo, que la Dra. Gerstel y su colega, la Dra. Sirkisian, aseguran que vivir sin pareja redunda en tener mayores niveles de satisfacción personal y tener un círculo de amistades más amplio y diverso que las parejas casadas, en cuyo caso, el círculo de amistades se limita siempre al mismo grupo de personas, ya que de acuerdo con lo detectado por las sociólogas el “matrimonio y la presencia de los hijos reduce los lazos de la pareja con la comunidad”. En este sentido, las obligaciones y el tiempo dedicado a la pareja tiende a provocar un progresivo alejamiento del círculo social habitual, lo que conduce, paulatinamente, a restringir la socialización al círculo más estrecho y sólo a aquellas amistades que se tienen en común.
Otro estudio realizado por el Dr. Richard Lucas de la Universidad Michigan State, quien analizó los datos acumulados durante 20 años acerca de 70.000 hogares de Gran Bretaña y de Alemania, detectó que “el incremento en la felicidad asociada al matrimonio no tardaba en volver a los niveles previos a contraer nupcias”, en tanto que en los solteros –aquellos que nunca se habían casado– mostraban “mayores índices de bienestar y satisfacción personal”. Una posible explicación para lo que señala el Dr. Lucas es que aquellas personas que escogen la “vida de solteros(as) priorizan, en un principio, su desarrollo profesional, participan en programas de postgrado, juntan dinero, viajan y lo pasan bien”, hasta que después, cuando han disfrutado lo suficiente de su soltería, optan por casarse o vivir en pareja.
Por su parte, Linda Waite, profesora de la Universidad de Chicago, señala que estar casado o vivir en pareja “altera las conductas de la gente en cuanto a salud y, en consecuencia, en sus expectativas de vida”, ya que el apoyo mutuo que se daría en este caso, actuaría como “barrera protectora en contra de diversas enfermedades”, así como de ciertos hábitos de ingesta alcohólica o consumo de tabaco y otras drogas. En este sentido, de acuerdo con datos estadísticos internacionales, las personas casadas o que viven en pareja, vivirían, en promedio, alrededor de tres a cuatro años más que las personas que prefieren mantener su soltería.
Sin embargo, para que las estadísticas mantengan ese resultado positivo en favor de las personas casadas –o en pareja–, es preciso estar frente a un “buen matrimonio”, en cuyo caso, se ha establecido que ello redunda en un mejor balance de azúcar en la sangre, mejores niveles de colesterol y presión arterial, en tanto que frente a condiciones de estrés el organismo de las personas que viven en pareja reacciona de mejor manera, recupera más rápido el equilibrio hormonal y se reduce el daño en el corazón y arterias, todo lo cual, conduciría, asimismo, a mostrar un mayor grado de estabilidad emocional.
Es preciso destacar, eso sí, que debemos estar frente a una “buena relación de pareja”, por cuanto, si la pareja mantiene relaciones conflictivas, peleas, discusiones constantes o problemas que se prolongan en el tiempo, esta condición puede, por el contrario, llegar a agravar el estado de estrés, tensión y frustración de las personas, por lo tanto, el resultado positivo o negativo dependerá directamente de la dinámica en la relación de pareja.
Si bien, los casados, en general, se quejan más que los solteros, en las consultas psicológicas y psiquiátricas predominan algo más los últimos que los primeros. En relación con esta situación, la explicación que se da, es que los casados –o que viven en pareja– reportan sentirse más completos y tener más claras cuáles son ahora sus prioridades en la vida, más aún, si hay hijos de por medio.
Ahora bien, para complicar aún más las cosas acerca de la decisión de mantenerse solteros o emparejarse, los datos estadísticos de algunos estudios indican que, en promedio, las personas solteras tienden a realizar más actividad física que las casadas, lo que aparte de mantener la forma física del sujeto, protege su salud. En tanto que tener una pareja estable, se correlaciona con una disminución del nivel de actividad física, así como del interés de mantener la figura, advirtiéndose una tendencia a abandonarse físicamente.
Uno de los aspectos que más destacan aquellas personas que optan por la soltería es el hecho de “disponer de un mayor nivel de autonomía”, es decir, estas personas tienen más tiempo libre y muchas más probabilidades de elección, por cuanto, no necesitan detenerse a pensar qué es lo que quiere –o necesita– la pareja cuando se está casado o se mantiene una relación estable. En definitiva: estas personas no requieren negociar con nadie qué es lo que el sujeto desea hacer en todo momento.
Asociado a lo anterior, estas personas tienen la posibilidad de vivir una vida más heterogénea, por cuanto, a diferencia de las personas casadas que suelen vivir una vida más rutinaria y regularizada, los solteros pueden permitirse vivir una mayor cantidad de diversas experiencias sin tener que ponerse a planificar con mucha anticipación: pueden viajar, salir al extranjero a estudiar, dedicarse a sus hobbies y entretenciones, practicar deportes, etc., sin tener que dar explicaciones a nadie.
Por otra parte, el hecho de no tener a una persona cerca de uno en quien apoyarse en caso de necesidad, puede ser algo que impacta negativamente en los individuos que viven solos, sin embargo, esto fuerza a estas mismas personas a ejercer su capacidad de resiliencia de una manera más potente.
Ahora bien, cada una de las opciones que elija una determinada persona, presenta tanto ventajas como desventajas en el mediano y largo plazo, y no existe una regla única que determine la decisión final. En rigor, la respuesta y/o decisión final, dependerá exclusivamente de cada persona, de su estilo de personalidad, de sus deseos y valores personales, así como el tipo de relación que quiera mantener a lo largo de su vida.
Digamos finalmente, que los datos estadísticos sólo muestran tendencias generales, las que, si bien, son importantes de tener en consideración, ellas no se aplican a todas las personas por igual, ya que son sólo eso: estadísticas generales. Hay que tener muy presente que no todos los solteros ni todos los casados viven –y experimentan– su estado civil de la misma forma, en función de lo cual, los datos entregados no pueden aplicarse a todas las personas indistintamente y por igual.