NELSON MONDACA I.
Estoy de regreso en mi querida ciudad. Después de estar una semana en la capital del centralismo, Santiago, retomó algunas actividades propias de mi quehacer personal, familiar y laboral. Lo que a continuación escribiré, creo que son pensamientos de esbozar una forma de ver y vivir los notables sucesos similares a la vastedad de los incendios forestales. La envergadura y trascendencia de estas movilizaciones sociales difícilmente se les puede ignorar, quitar importancia y manipular ideológicamente.
El país, continua viviendo inmerso en un mar de complejidades, se sitúa en una profunda crisis. Nuestra sociedad manifestó su rabia, ira e indignación al límite del odio, hacia toda nuestra institucionalidad. El terror que cultivo la dictadura y el poder del Estado al servicio de las clases sociales dominantes, construyeron un modelo económico concentrador de la riqueza, espantoso y anti nacional.
Vivimos en carne propia la abierta explotación del ser humano. El trabajo mal remunerado, la salud con serias deficiencias presupuestarias, la educación en el debate y de profesionales endeudados con el CAE, la falta de viviendas decentes, las pensiones miserables, el alza del combustible en forma sostenida y los altos costos de los servicios básicos, son aspectos de nuestra realidad, donde, impera el capitalismo salvaje. La rebelión era cuestión de tiempo y las causas de su origen se fueron anillando para el colapso de una población asfixiada por las conductas del libre mercado sin regulación. Aquí el gobierno del Presidente Piñera tiene varios dilemas. De maquillar soluciones transitorias, populistas y meros calmantes, en el corto plazo, pasará a la historia, “sin pena ni gloria”.
El estallido social que comenzara el 18 de Octubre pasado, también, aparte de los aspectos mencionados anteriormente, conlleva intrínsecamente otros trasfondos y temas políticos que hacen que la crisis que sacude al país, sea una de las más profunda que se registra en nuestra historia republicana. De todas maneras, no podemos olvidar los trágicos acontecimientos que significo el suicidio del Presidente Balmaceda en 1891 y del golpe de Estado de 1973, con el bombardeo aéreo a la Moneda y muerte del Presidente Allende.
Interpelando la acción y contra reacción de poner fin a las injusticias ciudadanas que hacen de las libertades civiles un mero disfraz de los derechos y deberes democráticos.
Autoridades en general que, muchas veces entregan explicaciones relativizando el rol del Estado, contribuyendo de manera inequívoca al debilitamiento de los valores morales y éticos de nuestra sociedad. Así por ejemplo, la corrupción tiene campo abierto en diversas instituciones que son pilares de la República. En ciertos casos, los escándalos, son debidamente planificados en una cultura corporativa que merecen un castigo ejemplar. Sin embargo, los delitos de altos funcionarios públicos políticos y directivos, que abusan de los vacíos legales y dando paso al “nepotismo”.
Cuando las instituciones pilares del Estado se degeneran, entonces, se fomenta la violación de la paz social y las economías, no tan solamente se debilitan, sino que también se desmoronan letalmente. El imperio de la ley funciona solamente para castigar al ciudadano común, el de a pie. Sin embargo, en contraste, al poderoso del gran empresario clasista y/o político en el servicio parlamentario o de otras funciones financieras, donde, los que llegan a la Justicia, las sentencias a los imputados de cuello blanco, finalmente, son declarados “inocentes” o cumplen penas ridículas. Casualmente, todos los casos que hemos conocidos, partiendo por los delitos formalizados a Penta, Soquimich, Corpesca y Caval, los involucrados en estos juicios, terminan en libertad, libres de “polvo y paja”.
En fin, podemos seguir sumando los casos de colusión de los pollos, de los medicamentos y de otras actividades de negocios; además, la ausencia de SSI en el plano legal, en la naturaleza del financiamiento de la política para que la Fiscalía, pudiera perseguir y formalizar a los participantes de estos delitos, son inaceptables en todo orden democrático y jurídico. Cuando vemos la olla de presión que no dio para más, de verdad nos encontramos todavía lejos de ver la luz del reencuentro de la paz y justicia social.
Finalmente, los problemas desarrollados, dignos de analizar tienen varias aristas, sacudiendo los cimientos estructurales del modelo político y económico que determinan los vaivenes de la supervivencia de los chilenos. Una salida a la crisis, de salir del abismo, es la vía de la urgencia de materializar la Agenda Social, mientras la otra alternativa, es la modificación y/o nueva Constitución Política. Legitimar la representación popular y soberanía del pueblo, en democracia, ser parte de su redacción. En suma que la Carta Magna sea validada por la mayoría de los ciudadanos y en rigor sea de naturaleza democrática a lo largo de todo el país.