mayo 13, 2025
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22

Ago

Una lágrima por el recuerdo de Zalo Reyes

JCN


La noticia de la muerte del “Gorrión de Conchalí”, Zalo Reyes impactó al medio musical chileno. La información de su deceso llegó de parte de su familia que a través de las redes sociales escribió este domingo: “Buenas tardes a todos, a nombre de mi padre les comento que hace un momento, acaba de dejar de existir acompañado de nosotros y de todas sus oraciones con tanta buena energía. Lo hizo en el sueño y sin sufrir”.

Con la muerte de Boris Leonardo González Reyes, nuestro Zalo Reyes se va una parte de ese Chile, donde el “Gorrión de Conchalí” llevó, a la empingorotada televisión chilena de los años ochenta, la voz de un vecino común y corriente de Conchalí.

ZALO 2En los estelares de esa época se observaba a un público aséptico. Hombres con corbatas y fumando sin respetar los pulmones del cercano, mujeres en vestido de galas y la perenne sonrisa para la cámara. Allí, a ese mundo llegó Zalo Reyes con su simpatía y su sencillez de lenguaje.

El término “ojitos azules” reflotó en esos años para referirse a esa rancia platea, donde el “Gorrión de Conchalí” contaba anécdotas de su vida diaria, de su vida guachaca, de su comparación el mundo de la “gente de linda”.

El público reía y consideraba a Zalo Reyes como un hombre simpático venido del estilo ‘cebolla’, como se calificaba a la cultura surgida en los arrabales llenos de pobreza. Un mundo donde Lucho Barrios y su “Amor de pobre” era parte de la banda sonora de los necesitados, a la que se unió “Una lágrima en la garganta”. Todo un universo desconocido para los sectores altos de la Capital.

Zalo, colocolino de toda la vida, era vecino de una de las comunas más populosas de Santiago, en la calle Cañete, que hace un tiempo fue bautizada como Zalo Reyes por el municipio de Conchalí que hoy dirige otro artista, René de la Vega.

La carrera musical y el talento del “Gorrión” llegó al Festival de Viña y de ahí a México, pero “echaba de menos Chile” y se volvió.
Tuve la oportunidad de conocerlo en la antigua Taberna Capri, en Santiago, luego invitarlo a espacios donde hice producción. Si bien no fuimos amigos, siempre hubo una actitud cordial para mi humanidad.

Zalo, no tenía pelos en la lengua para decir lo que pensaba cuando conversamos de música, de cantante y viajes que hizo por Chile.

Pasaron muchos años y en una actividad nos reencontramos, me saludó amablemente, “¿Cómo estay?”- me preguntó con aires de familiaridad.

Sin embargo, yo pensé que eran palabras de buena crianza. “¿Pero de verdad te acuerdas de mí?”, le pregunté y me respondió: “Cómo no me voy a acodar de voh, si eras el weon que me hinchaba las pelotas cuando me invitabas a los programa de la radio Portales- y soltó una carcajada. “Te quedó la pura cara de joven nomas”, me dijo dándome una palmada en la espalda. ¡Grande Zalo!

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