Los Dragones, un equipo insoportable, fueron humillados y siguen colgando en la tabla.
ROBERTO BUSTAMANTE
El Clásico del Norte fue nuevamente para San Marcos de Arica, quienes, con un planteamiento simple y directo, complicó a una línea defensiva que no mejora ni muestra amor propio, no muestra sangre.
15 hinchas de los Dragones lograron ingresar al estadio Carlos Dittborn, estando prohibida la entrada para la hinchada visitante, forofos que vieron en directo como el clásico se volvía trabado desde el comienzo. Lo tuvo Ramos a los 11’ y el portero Delfín, Luis Ureta, controló. En la primera del local, en una pelota profunda a los 25’, encontró solo a Kilian Delgado quien batió a Cuerdo con un toque suave, marcando el primero.
En los 32’ estuvo el empate iquiqueño y el portero Ureta sacó al corner. Un minuto después vino el segundo gol de Arica: nuevo error defensivo, displicentes en la salida, y todo es aprovechado por Nahuel Donadell, quien con un tiro de media distancia batió la portería iquiqueña. En dos llegadas, dos goles.
A los 39’ nuevo error de Abel Hidalgo y Arica estuvo cerca del tercero. Cuando ya se iba la etapa inicial, vino lo mejor del equipo celeste (que vistió de amarillo): 43’ Diego Fernández, de media distancia, después de un pase del capitán Hans Salinas, la agarra llenita y derrota a Ureta. Golazo. Iquique se volvía a meter en el partido sorpresivamente. En la última jugada, a los 45’, los Dragones tuvieron el empate en el pie, nuevamente, de Fernández.
LA DEBACLE
Iquique salió con todo por el empate. Mostró en los primeros minutos, desordenadamente, la intención de querer cambiar el rumbo del resultado. Lamentablemente, a los 21’, llegó el tercero de San Marcos: centro de Monrroy y define Federico Millacet. Y si el tercero fue un golpe duro, justo cuando Iquique estaba más cerca del empate, un contrataque de los Delfines terminó en el cuarto y ya era goleada: Byron Monrroy, a los 33’, le daba forma a la paliza. Aunque a los 36’ Abel Hidalgo marcó el segundo descuento, no alcanzó para lograr algo que se vuelve cada día más urgente: simplemente ganar.