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Vivir en Paz |@plumaiquiqueña

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Al caminar por el centro de Iquique, es posible que por más de una cuadra no vea ni escuche a un solo chileno. Lo más probable es que se oigan conversaciones entre algunos “patas”, que algún ecuatoriano le venda un jugo o que vea a mujeres usando velo; como en Medio Oriente. Es común asistir con la familia a una pollada en calle Amunátegui, embarcarse a “La Paz”, en el barrio boliviano de calle Esmeralda.

Las chifas dibujan el paisaje de cada esquina citadina, así como las barberías y peluquerías, quién no ha comprado una papa rellena en Cavancha. Nuestra infancia ha crecido con un despacho atendido por un chino, también por el comercio de antaño atendido por sus propios dueños; Bazar Obrero, supermercado Rossi, tienda La Riviera, Sacco Deportes y café Diana. Al mediodía, la carta local ofrece menús que van desde un ají gallina, lomito saltado, una salteña, una lasaña o una arepa colombiana. Todo eso, que en cualquier parte de Chile sería algo atípico, en Iquique es cotidiano.

Según datos del Departamento de Extranjería y Migración, la capital de la I Región tiene la mayor concentración de inmigrantes en relación a su población. Se trata de personas que han llegado en busca de mejores oportunidades laborales y que formaron allí sus familias.

Tarapacá por centurias es una región de migrantes. Producto del auge del salitre, llegaron chinos, ingleses, alemanes, españoles, italianos y croatas, luego con la inserción de la Zona Franca, la migración llegó del medio oriente a reforzar el comercio local con indios, pakistaníes, sumado a la gran colonia de bolivianos y peruanos instalada desde la primigenia.

Con el cambio de milenio, el buen clima y la condición fronteriza llegaron colombianos, ecuatorianos, cubanos, haitianos y hoy por hoy miles de venezolanos, muchos indocumentados, caminando a pie, sin dinero para pernoctar y viajar a la capital. Tal motivo, originó hace más de un año, la ocupación con carpas de los espacios públicos como playas, bandejones y parques por la migración venezolana más grande que la historia de Iquique escriba en el desierto más árido del mundo.

La crisis venezolana desató una migración de aproximadamente 5 millones de personas, si no más. Provoca en Sudamérica un impacto similar al que ocasionó la guerra Siria en Europa. Huyen de la represión y la escasez de alimentos, medicamentos e insumos médicos.

En Cúcuta el Gobierno ofreció una visa humanitaria abierta, sin límites. Ingresaron inmigrantes honestos, con la ilusión que podían entrar sin problemas; es decir, en total sintonía con su oferta o el sueño americano. Sin embargo, entre ellos venían indocumentados, que no debieron jamás ser aceptados.

El objetivo de la reciente marcha del 25 de septiembre, fue precisamente aunar voluntades, ejerciendo el libre y democrático derecho, de exigir a la autoridad central, el control definitivo de las fronteras. Cuando la manifestación estaba por terminar, un grupo de participantes decidió tomar las pertenencias de personas extranjeras que vivían en la calle para luego prenderlas con fuego: carpas, sacos de dormir, ropa e incluso un carro para bebes.

Quién pudiera volver el tiempo atrás, así como se vuelve la mirada, seguro que seríamos mejores, viviríamos esas cosas que se pasan.

Y no es por quedarse en el pasado, ni llorar sobre la leche derramada, sólo que, en algunas ocasiones, produce un punto de inflexión entre lo que sentimos y lo que hacemos.

Morris Berman en su libro, el “Reencantamiento del mundo”, señala que la actitud hostil hacía el ambiente, generan la perdida de la conciencia participativa, por ende, la total debacle de la condición humana. Tal como sucede en la frontera con EEUU, donde están encontrado botadas montones de cédulas de identidad chilenas de haitianos.

Por consiguiente, se crea un vacío en la conciencia del hombre, impulsándolo a buscar sentido y significado desesperadamente.

El gobierno debe revocar su política migratoria vigente hasta hoy, pero también debe asumir su responsabilidad en cuanto a otorgar condiciones dignas de vida a los inmigrantes que ya están en Iquique, especialmente a los niños. Luces de tal situación, el secretario general de la presidencia asumió que la responsabilidad es del gobierno, así también todos los gobernadores del país apoyan de manera irrestricta al Gobernador regional. Esperamos que se revoque la política migratoria, garantizando condiciones dignas para los inmigrantes que ya están aquí, especialmente los niños. Y volvamos al caribe de mariposas amarillas, a vivir en paz entre iquiqueños y extranjeros.

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