La sexualidad es todo un mundo con diferentes aristas. Para la bioquímica todo se reduce a estímulos cerebrales que producen unas hormonas que alborotan todo el cuerpo. Unos afirman que ese alboroto tiene como propósito la procreación, otros consideran que el placer es la gran meta a alcanzar. Ambos objetivos pueden ir de la mano.
Los religiosos son menos terrenales y consiguen en las Sagradas Escrituras pistas que indicarían que Dios estableció la sexualidad. Una de esas pistas es la orden que recibieron Adán y Eva: «Creced y multiplicaos y poblad la tierra…” ¿De qué otra forma se puede cumplir ese mandato que no sea mediante la relación sexual?
Además, le dio permiso a la mujer para disfrutar de esa relación: “El esposo debe satisfacer las necesidades sexuales de su esposa” (Corintios 7:3).
En el judaísmo bíblico el sexo no era un tabú y las relaciones sexuales entre cónyuges no eran pecado ni signo de falta de santidad.
En cuanto al amor también están los que estudian las miradas y las sonrisas que son la antesala de eso que llamamos amor.